Navidad
La garrapata
Hay un personaje que no nos abandona durante las Navidades. Jamás. No me refiero al Niño Jesús, ni a Santa Claus, ni a Los Reyes, ni a la mula ni el buey. No me refiero al espíritu de estas fechas, ni siquiera me refiero al cuñado. Por cierto, el cuñado ha sustituido a la suegra en los clásicos de las Pascuas, eh. No me negarán que un buen cuñado o una buena cuñada desfoga una barbaridad y descarga bilis que te deja como nuevo. Esa mesa llena de viandas y la pareja de tu hermano o hermanita dándote órdenes sobre tu vida, tu proceder, tu manera de vestir, comportarte o hacerte la depilación láser. Son esas personas que vienen sin poner un duro, sin haberse ocupado de nada, de intendencia ninguna, ni de traer un detalle. Esa gente que considera que la sinceridad es tocarte las narices, decirte que no estás bien, que tú no estás bien, que tienes muchos problemas y que deberías darte cuenta pero tú pagas la cuenta. Y mientras le financias sus vinos te pone cara de que le debes la vida, de que todo lo que a ti te va más o menos regular se lo tiene que cobrar. Esos seres humanos que gastan para sus cosas, solo para sus cosas, que te citas con ellos y pagan a medias hasta un tinto de verano. Que nunca tienen apetito hasta que saben que vas a sacar tú la tarjeta y que luego se atiborran y mojan pan hasta que se queda el plato seco. Que a la hora de pagar miran hacia otro lado. No van al baño, no, se quedan. Se quedan pero se les pone la vista nublada, como ausentes, como sin ganas de vivir. Hasta que dejas la propina (porque la dejas tú) y regresan a la tierra. Gente que es una infeliz pero que te dice que tu felicidad no es completa. Gente que tiene la capacidad de meterte en su bucle de mierda, que presume de gastos en voz bajita pero que te echa en cara tus pequeños caprichos. Que no saben agradecer, que no saben, no pueden, no les sale decir gracias. Esos tipos y tipas a los que hay de desear para este 2018 distancia y aire. Y que el año nuevo les sea propicio de una vez en generosidad. Alguna vez, que no duele.
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