El desafío independentista

La guillotina catalana

La Razón
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Mientras los independentistas sueñan con la república, los franceses se rinden al rey Macron. A la hora de exportar «grandeur» nada mejor que la guillotina. Apoteósico invento que en el caso catalán corta cabezas que siguen moviéndose como rabos de lagartija. Puigdemont tiene que practicar más el uso del artilugio mortífero. Si piensa que la cabeza de un conseller es pasto suficiente para los lobos está muy equivocado. Una vez acabada la digestión, las fieras quieren más, insaciable el apetito contra el disidente.

Puigdemont se acaba de hacer un Donald Trump. Si al fiscal no le gusta el veto migratorio me lo cargo. Si el conseller duda del referéndum, también. En la Cataluña soñada el diálogo se soluciona matando. Un café le duró al president el díscolo que estaba dispuesto a arder en la hoguera como Juana de Arco siempre que no le tocaran la pela. Los héroes siempre tienen un talón de Aquiles. El de los convergentes es el dinero. Lógico. Una cosa es inmolarse y otra muy distinta arruinarse.

Al fin Puigdemont se revela como un estadista internacional. Como Maduro. Cambia tribunales si es preciso, se salta a la comba los tratados, las leyes y los reglamentos. Un ejemplo para la Unión Europea. Si no estaba claro, el mensaje corrobora que esta dictadura del flequillo la va a liar. Primero a los propios catalanes. Quien no esté de acuerdo con la doctrina de San Carles que vaya confesándose antes de entrar en el infierno de una Cataluña excluyente y tan contradictoria que igual es claustrofobica que agorafóbica. Y después al resto del Estado. Aunque las piezas del puzzle ya no encajan, Puigdemont y sus guillotineros llevarán la guerrilla hasta el final. Quién piense que el «procés» se acaba sin cristales rotos confunde la realidad y el deseo.

En el partido del gran timonel se oyen ruido de sables. El debate se ha jibarizado. Auguran venganzas y rios de lava pero no explotarán hasta que el tren descarrile. El quinto beatle quiere culminar su «Sargent Pepper’s». En su delirio psicodélico, hasta Jeanette suena como Lluis Llach, su representante en Eurovision, la música que ha de sonar en el Guantánamo del Mediterráneo. Sólo la unión sin matices de todas las fuerzas políticas podrían parar el duelo en ok corral. Si dejan a Rajoy solo ante el peligro quizá tengamos una épica estampa pero un fatal desenlace. Sólo puede quedar uno. Apuesten a que es Junqueras, el buda que ríe, o el buda gordo, a la espera del Nirvana de otras elecciones en las que Puigdemont probará la cicuta que le dejó Artur Mas, el inventor del nuevo pecado original.