José Antonio Álvarez Gundín
La hechicería de Bárcenas
La oposición entró al Debate del estado de la Nación conjurada para un gran exorcismo de purificación en el que la palabra «Bárcenas» era la invocación que ahuyentaría al maligno y liberaría el alma corrompida de Rajoy. Había llegado el día del combate decisivo contra las fuerzas ocultas que emponzoñan nuestros sueños. Pronto empezó el conjuro, que aún no declinaba la tarde, y Rubalcaba conminó al presidente del Gobierno con su gesto untuoso de fraile predicador: «Di Bár-ce-nas y quedarás limpio de toda culpa». Luego bramó Cayo Lara, con la mirada enfebrecida de un Savonarola, y le siguieron en procesión los del grupo mixto con una letanía interminable de «Bárcenas, Bárcenas, Bárcenas». Aquello parecía la Santa Compaña reunida en capítulo. Si en aquel instante, por los vapores del hechizo, Rajoy hubiera pronunciado el nombre de la cosa, no cabe duda de que las columnas del Hemiciclo se habrían venido abajo como si fueran las del Templo de Salomón.
Pero el presidente aguantó el suplicio y lo que se vino abajo fue una oposición supersticiosa que, asediada por sus propios pecados, ya sólo confía en los sortilegios. Ése fue el primer error de Rubalcaba, el de confundir a Bárcenas con un abracadabra de propiedades milagrosas que le redimiría de no tener un proyecto creíble para sacar a España de la ruina. Su segundo error fue que quiso imitar a Beatriz Talegón y lo que se llevó fue un talegazo. Todavía impresionado por la proclama cinco estrellas de la joven socialista que afeó las debilidades burguesas de sus dirigentes, Rubalcaba creyó acertar planteando el Debate como si fuera un mitin en la Puerta del Sol, una arenga para «indignados» con licencias literarias que harían llorar al mismísimo Dickens, al estilo de niños escarbando en las basuras y viejecitas condenadas a elegir entre la barra de pan y el ibuprofeno. Pero al todavía líder del PSOE le sucedió lo mismo que a su heroína Talegón, que en una semana pasó de la gloria mediática a ser desahuciada, entre sollozos y con escolta policial, de una manifestación que era territorio de Ada Colau. Menos en lo de la escolta policial, así terminó también el Debate del estado de la Nación para la bancada socialista: entre sollozos y con patadas en las espinillas por parte de sus compañeros catalanes. Desde hace un año largo, Rubalcaba está realizando un esfuerzo titánico para que el PSOE no salte por los aires y mantenga las costuras firmes de una alternativa de Gobierno. Pero está rodeado de hechiceros y de aprendices de brujo que piensan más en su propio futuro que en el del partido.
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