El desafío independentista
La hora de actuar
Lo de choque de trenes es una metáfora gastada y mal traída. Así que no habrá choque de trenes entre España y Cataluña. Entre otras razones porque Cataluña es parte de España, la Generalitat es una institución del Estado y el presidente de la Generalitat no pasa de ser un funcionario del mismo Estado, que puede ser destituido, relevado y procesado si traspasa los límites de la legalidad. No faltan observadores que creen que los cabecillas de la secesión han traspasado hace tiempo esa raya y exigen que la Justicia actúe ya de una vez contra los sediciosos, a los que Albert Boadella, que conoce bien el paño, llama «una pandilla de rufianes», que han sembrado la semilla de la discordia fratricida entre el pueblo catalán, convenciendo a la gente de que España –«España nos roba»– es el enemigo a abatir. Y explica cómo se ha llegado a esto para lo que echa mano del aria de «El barbero de Sevilla» de Rossini. «La calumnia es un vientecillo» que se introduce poco a poco en los cerebros, como una fuerza sutil hasta que llega el estrépito de la tempestad.Alguien desde el corazón del Estado debería haberse dado cuenta y haberlo impedido a tiempo. Ahora ya es tarde. Ha pasado también por ahora el tiempo del diálogo político. Es preciso actuar.
El Gobierno, como revelaba ayer en este periódico Carmen Morodo, que acostumbra a disponer de buena información, está decidido a solicitar al Tribunal Constitucional la inhabilitación de Puigdemont en cuanto firme el decreto de convocatoria del referendum ilegal. En este caso no hacen falta los tanques para parar el golpe de Estado. Basta con una pareja de la Guardia Civil y un juez de guardia. De momento ya han amenazado a los funcionarios que no se plieguen al propósito secesionista. Y se sabe que el Gobierno de Rajoy en contactoconlos partidos constitucionalistas, está haciendo todos los esfuerzos para garantizar la estabilidad y el futuro de estos funcionarios públicos, empezando por los «mossos d’esquadra», que los golpistas están poniendo entre la espada y la pared. Haría bien Puigdemont en aplicarse lo del poeta inglés Dante Rossetti y decírselo, a los del Pacto Nacional por el Referéndum: «Mira a mi cara: mi nombre es Podría-haber sido. / También me llamo No-más. Demasiado tarde. Adiós».
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