Martín Prieto
La informática como arcano
Los anglosajones estiman una ofensa que les tomen huellas dactilares y les otorguen una identificación personal como si fueran delincuentes, aunque luego se dejen espiar mansamente como ganado. Si continúa el hervor del terrorismo internacional, acabarán optando por el sistema europeo, donde te sacan huellas plantares al nacer. En España la numeración registral es reciclable, y quien lleva tantos años muerto que no puede inferir en ningún asunto judicial, ni por error, cede su DNI al que accede a la mayoría de edad. Mi numeración es de sólo seis dígitos y tan baja que en ocasiones me han cuestionado el documento por imposible y hasta falso. Vivir con la característica numeral de un fallecido te da una literaria doble identidad, que para sí quisiera Fernando Pessoa, y la permanente incógnita del otro. Haciendo proyecciones estadísticas, calculo malamente que mi registro corresponde a algún fusilado de la Guerra Civil, váyase a saber de qué bando. De lo que no hay duda es de que si la menos despejada Maritornes recoge en su Venta un DNI 14 con una manada de ceros delante llama de inmediato a la Guardia Civil temiendo tener por huéspedes unos alienígenas. La Casa Real tiene reservados del 10 al 99 y eso, además de las Fuerzas de Seguridad, lo saben los notarios, los registradores y sus auxiliares. Lo de Hacienda con la Infanta pertenece al género del realismo fantástico, con un apeadero en la hipnosis informática. Es mentira que se pueda adquirir una cultura general siendo autodidacta en la red, y resulta un arcano la fuerza de convicción que adquiere cualquiera tontería que aparezca en la pantalla. Que la Agencia Tributaria, y a petición de un juez, se equivoque informáticamente con 13 fincas y chamizos en cinco provincias y con tal DNI supone que hay que cambiar el carísimo sistema informático de Hacienda o a su directora para que no la achicharre el bochorno. Aún haciendo muchos esfuerzos de buena voluntad resulta metafísicamente imposible considerar este trampantojo como una inocente cadena de errores.