José Luis Requero
La mejilla y el Kalashnikov
Algunas portadas de Charlie Hebdo me repugnan. Sin embargo procuro vivir lo que dice el Evangelio: rogad por los que os persiguen o calumnian. Perdonar y poner la otra mejilla. Otros, también ofendidos, no ponen la otra mejilla sino bombas. Mi fe me da “instrumentos” para encajar esas blasfemias y entender que la mejor arma frente al mal no es empuñar un kalashnikov, sino ahogar el mal en abundancia de bien; que frente al mal –las blasfemias- la solución no es más mal. Por eso perdono a los responsables de esa revista, procuro desagraviar sus ofensas y pedir por ellos, que falta les hace. Y por sus asesinos.La fe me da una solución personal, pero no arregla el problema “social”: la impunidad de esas publicaciones ofensivas. Esa revista habrá salido airosa de pleitos al prevalecer la libertad de expresión como valor superior, neurálgico. Mi fe me lleva a perdonar pero el Estado debería defenderme, no imponerme ser santo. Podemos polemizar sobre qué es libertad de expresión y qué no, porque no puede serlo insultar y ofender. Otros ni demandan ni polemizan, asesinan. Esa revista partía de la premisa ilustrada de que las religiones generan violencia, con olvido interesado de que los revolucionarios franceses no dejaron descansar a la guillotina. Atacando los fundamentos de Occidente, sus raíces cristianas, han alimentado a golpe de pretendida sátira un nihilismo que desarma a un Occidente empeñado en perder una guerra, porque prefiere ignorar que la hay, con un enemigo implacable.Me repugnan esas publicaciones, pero defiendo una de las libertades –la de expresión -que nos identifican como occidentales y civilizados. Que sea temible ese enemigo no quita para que arreglemos los desafueros del ejercicio de esa libertad. Toca rearmarse, pero empezando en lo moral, tomando conciencia de nuestra identidad y raíces, no minándolas.
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