Toros

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La memoria perdida

La Razón
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Manolete fue un mito. Uno de esos de blanco y negro con todas las lacras y anhelos de la posguerra civil española, cuya muerte fue de leyenda. No hay ningún español nacido en aquella época que no supiera qué estaba haciendo en el momento en que se comunicó por radio la muerte en Linares del diestro cordobés. Casi lo mismo que el 23-F para la transición. El país se paró. La negrura de los 40 tenía un espejo y un Dandy de nombre Manuel Rodríguez Sánchez, acartelado como Manolete. Fueron también notorios sus amoríos con Lupe Sino, a la que a pesar de su origen alcarreño se le llegaron a atribuir por los jerarcas del toreo, que desconfiaban de aquel amor prohibido, un origen mexicano. Queda en el recuerdo la mística figura de un torero que se los pasaba cerca, toreaba muy vertical, con una figura erguida y poderosa. Manolete y su magia. Un torero de raíz literaria al que como una vez me dijo Matías Prats padre, unas jornadas antes de Linares, en la plaza de Santander se le adivinaba la muerte en la mirada. Qué queda hoy de Manolete. Idolatrado por algunos toreros entre los que destaca la presencia de José Tomás, quien alguna vez soñó con la pureza y por qué no decirlo con la tragedia del hijo de la «señá» Angustias. Dicen que el torero de Galapagar, tras una fuerte cornada precisamente en la ciudad jienense, preguntó a los doctores si en aquel quirófano se le atendió a Manolete la cornada de «Islero». De hecho, durante muchos años hubo todo tipo de versiones contradictorias, que alimentaban la figura perdida del monstruo que reinaba en el toreo, sobre las causas reales del desenlace fatal. Una mala transfusión, doctores viajando en las carreteras nocturnas de esa España triste, alimentaron todavía más el mito.

La realidad es que aquel torero inmenso, venerado en México, autor de la famosa faena venteña a «Ratón» en la Corrida de la Prensa de 1994, pertenece tristemente a otra época. Hasta el punto de que su casa cordobesa en la avenida Cervantes no es ningún museo sino un edificio que compró una inmobiliaria para luego liquidarla en un concurso de acreedores. La España del XXI tiene ya poco espacio para el héroe cordobés. Los toros hoy viven su laberinto frente a tirios y troyanos y se quedaron huérfanos hace mucho tiempo de esos personajes. Con esa muleta y esa planta tan imponente como la de Manolete.