José Luis Alvite
La minuta del abogado
Hay pocas cosas tan dolorosas como zanjar una amistad de años con una persona que considerabas crucial en tu vida. A mí se me ha dado siempre muy mal romper con alguien y mi existencia está llena de falsas rupturas, de desilusiones reparadas a última hora por considerar que no hay un solo naufragio en el que no valga la pena siquiera poner a salvo las ratas de la sentina. Creo por otra parte que no hay que hacer esfuerzos desmedidos para salvar amistades cuya perduración es casi seguro que llevará a un nuevo encontronazo. No es bueno dejar que el placer de la amistad se degrade hasta convertirse en una carga insoportable. Hay que ser estoicos y aguantar, sí, pero también hay que reservarse el derecho a elegir. En la vida de cada uno nadie es tan crucial como uno mismo. Si el amor, que es tan fuerte, degenera y se malogra, no hay razón alguna para pensar que no pueda pudrirse la amistad. En realidad a veces la gran proeza sentimental del ser humano no se deriva de los amigos que uno hace, sino de aquellos otros que consigue perder, como ocurre con esos periodistas de formación tan reglamentaria y academicista que un día se dan cuenta de que hay enseñanzas que son de provecho sólo gracias a la facilidad con la que seamos capaces de olvidarlas. No tiene sentido ser fiel a una amistad en la que a la larga sabes que lo que alimente tu espíritu no compensará en absoluto las ingentes cantidades de bicarbonato que hayas tomado para soportarla. Yo he dejado morir unas cuantas amistades porque me di cuenta de que cuando no me costaban disgustos, era porque me costaban dinero. En realidad la vida siempre nos ofrece la posibilidad de sustituir cualquier amistad y recobrar la esperanza. Seamos sinceros: A veces lo que hace insoportable el recuerdo de un divorcio no son los remordimientos, sino la minuta del abogado.
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