Historia

Alfonso Ussía

La Navarra

La Razón
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Tres meses lleva navegando la fragata «Navarra» de nuestra Armada por aguas de Libia. Heroísmo, cumplimiento del deber y silencio, como es norma en los marinos españoles. Estos sí que pueden exhibir, a babor y estribor, una gran pancarta en la que se lea «welcome refugees». No bienvenidos a una farsa política, sino a la vida. En estos tres meses, y con acciones llevadas a cabo con mares gruesas y extremo riesgo, los marinos de la «Navarra» han salvado la vida a más de tres mil personas abandonadas en embarcaciones pésimas por las mafias negreras del norte de África. El pasado 4 de octubre rescató a 522 personas, y formó parte activa del dispositivo que salvó la vida a otras 1.136. El 6 de noviembre, rescató a 578, el 22 de noviembre a 227 y el 23 de diciembre, a 217 abandonados en la mar. Navegaban a la deriva sobre embarcaciones neumáticas abarrotadas de miedo, frío, desesperanza y muerte. En cinco lanchas, 565 hombres, 124 mujeres y 14 niños. El Mediterráneo es mar de traiciones. No avisa como otros. En una hora pasa de balsa de aceite a rabia enloquecida. Más de un marinero español desapareció bajo las aguas llevando a los niños en sus brazos. Y ante la alegría de todos, emergió con el niño para que éste fuera embarcado. Héroes anónimos. Ahí quisiera ver a los que han hecho de la tragedia de los refugiados una campaña de publicidad deleznable. En una sociedad normal y sensible, todos los partidos políticos, sin excepción, se habrían precipitado enviando al comandante de la «Navarra» sus mensajes de felicidad, de enhorabuena, de gratitud y de orgullo. Pero no. Son militares, son servidores de España por vocación, son españoles que no buscan ni desean los bienes materiales, ni las recompensas, ni las pensiones que se autoconceden los políticos, ni se mueven por la exhibición de la falsa bondad. Estos marinos, soldados, aviadores, guardias civiles, policía nacionales, los hombres que velan nuestros sueños, nuestras vidas y nuestros bienes, hombres con familias e hijos, son capaces de morir por impedir que lo haga un esclavo de negreros, un desesperanzado arruinado, una persona que, con toda probabilidad, olvidará pronto la hazaña de sus salvadores.

Entre los rescatados, una mujer embarazada y a punto de parir. Y en el quirófano de la fragata, atendida por el equipo médico de nuestro buque de guerra, la inmigrante rescatada dio a luz a una niña, a la que puso el nombre de Muna. Muna Navarra, porque la madre quiso que su segundo nombre viviera con su hija toda la vida, que al fin y al cabo, en la «Navarra» encontró su cuna. No he leído mensajes de felicitación y gratitud de los farsantes de Podemos, y echo en falta la emisión de un comunicado de la alcaldesa de Madrid elogiando sin prudencias el heroísmo y la humanidad de nuestros marinos.

Aunque no es preceptivo, Muna Navarra, obtendrá si lo desea la nacionalidad española. Ha nacido en España, en el territorio español navegante. Y ha nacido entre personas buenas y decentes, que ahora estarán mientras preparamos la gilipollez del fin de año, salvando más vidas frente a las costas de Libia jugándose las suyas. Pura y absoluta naturalidad. Para ellos, el heroísmo es un elemento más de su honor y su sacrificio. No se abruman con el bien que hacen, ni se quejan por el desdén de los que nada les reconocen. Morirían por salvar la vida de quienes desearan sus muertes.

Le deseo a Muna Navarra la mayor felicidad en su nueva Patria. Si lo solicita, será una española más, una española rescatada y salvada por los mejores españoles cuando las mafias negreras habían sentenciado a muerte a su madre. El capellán de la «Navarra», el padre Alberto Gatón Lasheras, no recibió un buen trato del obispado de Santander. Lo conocí en Labarces, un pueblo de la Valdáliga profunda. Ante el desafecto socialdemócrata de sus superiores, ingresó en la Armada, donde ha encontrado lo que Tomás Beckett halló ante el disgusto de Enrique II. El Honor de Dios. A Dios se le honra en los lugares decentes, honestos, humildes y valientes, y nada complicado resulta encontrar ese sitio en la España que navega, en los barcos de nuestra Armada. Recuerda el padre Gatón que un veterano marinero le dijo que el mejor nombre para Muna Navarra era el de María del Mar. María del Mar o María del Carmen, en homenaje a la Estrella de los Mares que todos los marinos, incluidos los no excesivamente creyentes, llevan en su alma y su esfuerzo. Pero no está mal Muna Navarra. La negrita navarra. La española navarra que ha encontrado, además de la vida, gracias a nuestros marinos, la esperanza y el futuro.