Política

Manuel Coma

La playa que forjó una Europa democrática

La playa que forjó una Europa democrática
La playa que forjó una Europa democráticalarazon

Nos ahorramos dos guerras mundiales y sus conmemoraciones no pueden tener el mismo impacto anímico y cultural que entre quienes las vivieron. Aun así, los escaparates de las buenas librerías están llenas de libros, significativamente traducciones, que recuerdan el próximo centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial y, ayer mismo, el 70º aniversario del desembarco de Normandía en 1944, principio del fin de la Segunda, e inicio de la costosísima recta final hacia la derrota de la Alemania Nazi. Sólo 30 años de un acontecimiento al otro nos dan un atisbo de lo terriblemente dramático que empezó siendo el siglo XX europeo, para extender pronto su horror a todo el planeta y ser inmediatamente continuado por la angustia de la Guerra Fría, el equilibrio del terror, con su promesa de Destrucción Mutua Asegurada por las armas nucleares, el siniestro telón de acero y otros muchos males que poco a poco fueron convirtiéndose en rutina, edulcorada de forma creciente por el espléndido desarrollo económico con el que el capitalismo liberal hizo fructificar la tensa paz en el Oeste y fue restañando heridas.

El día de ayer reunió en rememorativa ceremonia a los líderes de los principales implicados en aquel 6 de junio, americanos, ingleses y canadienses, a los que se les sumó Putin, cuyo país tuvo mucho que ver con la derrota final del totalitarismo antagónico al que él sirvió fielmente durante tantos años, precisamente en aquella porción de Alemania a la que su régimen de entonces no le dejó saborear las mieles de la libertad. Pero con lo que no tuvo nada que ver fue con lo que sucedía en aquellas cinco mortíferas playas. Lo de ahora podría ser un estupendo símbolo de reconciliación después de las hieles de Ucrania, si no fuera que Kiev todavía no ha visto su después, y los manejos de Putin, en pleno vigor, nos recuerdan más a los orígenes de la catástrofe –Munich y los Sudetes– que al desesperado heroísmo en la costa normanda. Extraño homenaje a los que dieron su vida por liberar a Europa. La Operación Overlord, de la que el desembarco fue el magno comienzo, fue un supremo esfuerzo militar cuya preparación comenzó más de un año antes de su puesta en práctica. Su gran éxito inicial fue haber conseguido ocultar el cuándo y cómo de tamaño movimiento de tropas, pues el hecho mismo los alemanes lo daban por descontado. Apostaron principalmente por el estrecho, donde construyeron sus más importantes defensas. A diferencia de los aliados, con Eisenhower como cabeza militar, los disciplinados germanos carecieron en la zona de un mando supremo y tuvieron fallos de coordinación. Su defensa era el compromiso entre dos planes, lo que le restó efectividad. Tras una minuciosísima preparación las tropas invasoras tuvieron la mala suerte de un tiempo infernal, pero ello perjudicó finalmente más a los alemanes que a los atacantes. Las guerras son un conjunto de errores y las gana el que menos comete. El precio humano del desembarco fue altísimo y la incruenta pero con frecuencia acalorada batalla de interpretaciones dura hasta hoy día, aunque lo que no se pone en duda es que fue aquel uno de los días verdaderamente decisivos de la Europa contemporánea. De lo que se trata, mucho más que de orientaciones académicas, es de rivalidades nacionales y cambiantes perspectivas políticas. Los norteamericanos comenzaron apropiándose de lo esencial de la hazaña, hasta que De Gaulle decidió no asistir al veinte aniversario y proclamó que la clave de todo le correspondía a la resistencia francesa.

El engolado nacionalismo del general francés es bien conocido, pero además como presidente necesitaba un mito unificador que curase las profundas heridas que habían dejado entre los franceses las diversas actitudes ante los ocupantes enemigos. Aspiraba también a recobrar para su país el papel prominente en la escena internacional, como Francia se había esforzado una vez tras otra, nada menos que desde la desaparición de las glorias napoleónicas. No sólo la participación de Rusia ha sido problemática, también la de Alemania. Todo se ha superado. Es una pena que Rusia vuelva a desmerecer.