Alfonso Merlos
La procesión
Es el particular calvario de quienes se lo han buscado. Ahora, Chaves y Zarrías. Zarrías y Chaves. Pero no. Ni el uno ni el otro son víctimas de ningún vía crucis político. Y si hay una sucesión de adversidades y padecimientos que derivan de su comparecencia ante los tribunales (la de ambos), hay que ser justos concluyendo que se los han ganado a pulso. ¿¡Qué se le va a hacer?! Es la investigación judicial la que no deja resquicios sobre el conocimiento matemático que tenía el otrora factótum de la Junta de un fraude masivo, burdo obsceno, real. Es Mercedes Alaya la que presenta, con indicios y pruebas, a un personaje instituido en el rey del chanchullo: el hombre que estaba detrás de los tejemanejes de los ERE falsos para obtener presuntamente no se sabe qué ganancia pero, sin duda, para vaciar el bolsillo de los más necesitados (¡vaya socialistas!).
Demasiado tarde, porque el jefe y el subalterno han utilizado el fuero como escudo y para demorar el trabajo de jueces y fiscales, pero ambos van a quedar retratados. Están en su derecho para defenderse de escatimar información. También de escurrir el bulto y ponerse de canto. Por supuesto de hacer como si esta película de ladrones no fuese con ellos. Pero –cantinelas, hipocresías, silencios y mentiras al margen– la verdad terminará brillando como el sol en una tarde de verano. En efecto, el desfile de imputados protagonizado por los prebostes del PSOE andaluz está manchando su reputación, imagen y fama. Pero es un daño infinitamente más leve que el infligido clamorosamente a indefensos parados que fueron engañados, usados y estafados. ¿O no?
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