Alfonso Merlos
La puntilla
Tocado y hundido. Políticamente sentenciado. Y arrastrado hasta un tortuoso berenjenal judicial que veremos cuándo y dónde y cómo termina. Griñán lo supo y enmudeció. Ya no cabe la menor duda. Conoció los delitos, o como mínimo las irregularidades, que se perpetraban bajo la manta de los ERE falsos. Y no pestañeó.
La pregunta en consecuencia es por qué. ¿Tenía algún interés confesable o inconfesable? ¿Qué ganaba? ¿De qué participaba? ¿En qué grado? ¿A quien respondía? ¿Reportaba directamente a Chaves? Y si lo hacía, ¿en calidad de qué: de presidente del PSOE o de la Junta de Andalucía?
No le demos muchas mas vueltas. Escuchado lo escuchado, leído lo leído y declarado lo declarado ante Alaya en los tribunales, se hace inevitable y urgentísimo oír de sus labios a quien hace dos días ha dado la espantada por motivos de toda índole, pero todos obvios.
Aquí no hay una operación político-jurídica para sepultar la reputación de nadie ni hundir su carrera, tampoco la del otrora Consejero de Economía y Hacienda. Sencillamente hay una profesional del Derecho como la copa de un pino que está ayudando a todos los españoles a tener un conocimiento preciso acerca de quiénes nos han robado, cuánto y cómo; y por supuesto que está en el noble ejercicio de aplicación de la Ley, sin artificios ni adornos ni manías ni sectarismo.
Lo quieran ver o no los socialistas, con el testimonio de ayer se da definitivamente la puntilla a Griñán; o sea, se destruye una figura señera de la izquierda andaluza que, por incompetencia o a través e actos delictivos, ha llevado a la ruina a buena parte de sus paisanos. Aquí hay una factura pendiente de pago. Quizá le toque pagarla. No siempre se libran «los de arriba».
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