Andalucía

La rosca de la Constitución

La Razón
La RazónLa Razón

Lo más asombroso de la tan cacareada reforma constitucional es que, por mucho empeño que se ponga, no va a cambiar nada sustancial en el día a día de los ciudadanos. Seguirá habiendo gente que no pueda comerse un bocadillo, quedarán quienes no encuentren trabajo aunque se pinten, los habrá que continúen llenándose los bolsillos con dinero ajeno, los garbanzos no se ablandarán ni a remojo ni cocidos y el paisaje seguirá consumiendo a los habitantes de la meseta, que dijo Regoyos. Al fin y al cabo, la Constitución es un mero papel con letras y no el bálsamo de Fierabrás en el que confía algún que otro caballero andante. Pero hay grandes esperanzas depositadas en el cambio de la Constitución. Las partes van tomando posiciones en los foros de los ateneos, artículos en la prensa o entrevistas para televisión: es el modo de proceder de las corrientes moderadas; los inmoderados, por contra, pretenden la reforma por la política de los hechos consumados, forzando la rosca de la botella. Es el caso de las facciones levantiscas en Cataluña, en el País Vasco y de la nómina completa de idiotas útiles. La secretaria socialista vasca, Idoia Mendia, aparecía sonriente en la firma del acuerdo de Gobierno con el PNV, un documento de 71 páginas que propone una reforma estatutaria que incluye «el reconocimiento de Euskadi como nación» y «el reconocimiento del derecho a decidir del Pueblo Vasco (sic) y su ejercicio». ¿La Constitución? A mí, plin; ya se adecuará a la horma estatutaria. Eso sí, cuando es Iñigo Errejón quien defiende el referéndum para Cataluña, alzan las voces y truenan los aspavientos en las filas del socialismo andaluz. Así lo hizo ayer toda la tropa. Pero lo mismo tendría que decirles a sus compañeros de la federación socialista vasca. Que se aclaren.