José Antonio Álvarez Gundín
La ruleta de los tramposos
El único acuerdo en dos años al que han llegado socialistas y nacionalistas en Cataluña ha sido el de rebajar los impuestos, hasta casi suprimirlos, a los casinos que se van a levantar bajo el aséptico nombre de Barcelona World. En asuntos de negocios, conviene no dejar nada al azar, de ahí que CiU haga excepciones legales para que el Eurovegas catalán se convierta en el principal garito europeo del juego, la gran meca de las apuestas del continente. Pero del PSC cabía esperar algo más de resistencia o de escrúpulos o de coherencia ética, sobre todo cuando los asalariados catalanes padecen una presión fiscal de hasta el 56% en el IRPF, la más elevada de España. Uno imaginaba que Pere Navarro se plantaría ante el obsceno trato de favor al megacasino con los mismos argumentos que utilizaron los socialistas madrileños para cargarse Eurovegas.
Fue muy edificante ver a Tomás Gómez y a la plana mayor de Ferraz hacer causa común con el cardenal Rouco en la cruzada contra el proyecto de Adelson, y eso que el americano sólo pedía que Rajoy cambiara la ley antitabaco. Para sus enemigos, no cabía duda alguna de que Eurovegas representaba la Sodoma y Gomorra del siglo XXI, una fábrica de vicio y corrupción en la que tendrían asiento las mafias internacionales y las redes de prostitución. Lo peor de todo, sin embargo, era que se podría fumar a calzón quitado, libertinaje que a la izquierda le provocaba espasmos de indignación. Así que cuando Adelson se rindió y se marchó a Asia con sus tragaperras, el PSOE lo celebró como si le hubiera tocado la lotería. Nada más lógico. Lo que no es tan lógico ni congruente es que ahora los socialistas cambien de opinión, premien a los tahúres con los impuestos de todos y hagan de Barcelona World un paraíso fiscal para magnates rusos, ricachos ociosos y buscavidas de toda laya. Aunque en Cataluña la cortina de humo del separatismo lo tape todo, el olor de la farsa delata a los tramposos. Dicho lo cual, conviene afirmar que este proyecto será, probablemente, beneficioso para la comunidad, generará miles de puestos de trabajo y estimulará un nuevo tipo de turismo de alto poder adquisitivo.También acarreará algunos inconvenientes e incomodará a honorables sectores de la sociedad catalana. Sin embargo, sería un error no atender una demanda que el mercado internacional del ocio y el juego ha detectado en Europa y que señala a España como el lugar ideal para su instalación. Madrid no pudo ganar la partida, pero Barcelona sí, tal vez porque cuenta con el apoyo político de quienes juegan a dos barajas.
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