Política

Pilar Ferrer

La secesión, fuera de todo

La secesión, fuera de todo
La secesión, fuera de todolarazon

En las últimas semanas, dirigentes de grandes empresas catalanas, apellidos ilustres bien conocidos, inundaban Madrid. Se los veía en restaurantes cerca del Congreso y de los Ministerios económicos. Su inquietud era bien patente. Se esperaba, a no mucho tardar, el desafío separatista de Artur Mas, su anuncio de la famosa pregunta que le permite algo de oxígeno para no encrespar demasiado a Oriol Junqueras y ganar tiempo hasta unas próximas elecciones. El poder empresarial en Cataluña, erigido sobre una burguesía ilustrada, nunca de izquierdas, aunque siempre ambigua al albur de sus intereses, jugó en su momento una cierta baza nacionalista. Pero jamás pensaron que el desafío separatista llegara tan lejos. Nos ha faltado coraje, valentía para predecir la realidad. La frase es de un importante empresario catalán, asistente al reciente almuerzo de Joaquín Gay de Montellá, presidente de Fomento del Trabajo y vicepresidente de la CEOE, en Madrid. La misma reflexión que vienen haciendo destacados empresarios catalanes. La ausencia total de liquidez de la Generalitat para afrontar pagos, y la dependencia de muchas compañías de las transferencias estatales, modélicas, a pesar de la furia soberanista, hacen que grandes firmas tengan ya diseñado un Plan alternativo de domicilio fiscal en la capital del Reino, cercano a la Administración Central. En los sectores financieros, industriales, de obra pública y sanitarios, el temor y rechazo a la independencia es palmario e incontestable.

Pero, tal vez, llega algo tarde. Sólo el presidente del Grupo Planeta, José Manuel Lara, y el de Freixenet, Josè Luis Bonet, han alzado su voz, limpia y clara, contra el separatismo. Otros muchos critican en privado el delirio de Artur Mas, pero se tientan la ropa para decirlo en público. En este tejido económico subyace todavía un cierto resquemor, el complejo de que, quienes critican el nacionalismo, son «malos catalanes». Algo inherente, sobre todo, al círculo cerrado de Barcelona. Pero, ¿alguien se hace eco de lo que piensan empresarios de Tarragona, Girona o Lleida? Gentes esforzadas que heredaron de sus padres títulos y propiedades, hoy convertidos con gran esfuerzo en potentes empresas, camino del fracaso por la deuda nacionalista?

Hora es ya de que ellos también hablen, y se les escuche.

De manera que, las cosas están claras. Las multinacionales norteamericanas y alemanas, con sede en Cataluña, se aprestan a cambiar su domicilio fiscal a Madrid, por si acaso. Las grandes entidades financieras pasan de puntillas por el desafío soberanista, para evitar fuga de depósitos. Con su mayor volumen de negocio en el resto de España, no quieren escuchar la locura de abandonar la Unión Europea. Ya lo dijo Voltaire, que «cuando de dinero se trata, somos de la misma religión». Tal vez, la historia devuelva a Artur Mas, paladín de una fractura envenenada en la sociedad catalana, su propia cicuta. Pero, hoy por hoy, entre quienes tanto contribuyeron a la economía de Cataluña, dentro y fuera de ella, la secesión no entra en sus planes. Está, y estará, fuera de todo.