Nacionalismo

La ternura y el odio

La Razón
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Se han portado los Reyes Magos. Debo confesar que desde que murió mi madre, hace dos años, la Navidad ha dejado de ser para mi lo que era, pero este 2018 aguardaba expectante el 5 de enero. No por los presentes, porque uno ha llegado a esa fase de la vida en la que lo único que envidia del prójimo es el talento y prefiere que las sorpresas se limiten a unos gemelos o una corbata. Lo que me tenía en ascuas era algo tan prosaico como el recurso presentado por Oriol Junqueras ante el Tribunal Supremo. E igual que en muchos lugares de España, insensibles a la tradición, asustados por la meteorología y atontados por las rebajas, adelantaron las cabalgatas, los «magos judiciales» se nos presentaron a plena luz del día. Fuera de horario, pero con un regalo de los buenos: el golpista contumaz se queda en el trullo. No las tenía todas conmigo, porque en los días previos y dejando patente que este país parece de coña, se habían prodigado en las tertulias televisivas expertos de todo pelaje abogando a favor de que el Gobierno Rajoy, en aras de su conveniencia y de un supuesto «interés general» , moviera hilos y adoctrinara fiscales para facilitar la salida a la calle del ex vicepresidente de la Generalitat.

Mentiría si no admitiera que no me enterneció que el preso esgrimiera como eximente que es católico a machamartillo y que hiciera un poética referencia a la espada que lleva clavada en el pecho, pero o el líder de ERC no se ha enterado de qué va la película o su abogado preparó el alegato perjudicado por el cava de Nochevieja. Sigue entre rejas porque se alzó contra el Estado español, la Constitución y el propio Estatuto de Autonomía de Cataluña. Y lo hizo pasándose por la entrepierna las advertencias del Constitucional y sin que le importara un comino que sus decisiones y las de sus compinches, la inmensa mayoría de ellos inexplicablemente todavía en libertad, fracturara la sociedad catalana y generara cualquier tipo de violencia.

Seguro que Junqueras es un buen padre de familia además de un intelectual documentado, pero todo eso tenía que ser y fue irrelevante para los jueces, quienes sólo dirimen si el individuo del banquillo delinquió o no. Y para nosotros, para la ciudadanía española, la clave, lo que define al tipo no puede ser que es tierno y tiene propensión a la lágrima, sino su condición de supremacista. No se engañen: Junqueras nos desprecia, nos considera seres de segunda y cuando pueda, volverá a las andadas.

ALFONSO ROJO