Juan Roldán

La transición del Ejército

En Venezuela ha comenzado la transición. Ya no parece tan decisivo si el presidente Hugo Chávez logra recuperarse de su reciente operación porque aún en ese caso se da por hecho que, tarde o temprano, quedará incapacitado por el cáncer para completar su mandato hasta 2019. Las últimas palabras que se han escuchado de Chávez desde La Habana son una exhortación a mantener la «doctrina militar bolivariana» que transmitió al vicepresidente y delfín, Nicolás Maduro. Nadie duda ni dentro ni fuera de Venezuela de la importancia que de cara al futuro están teniendo las Fuerzas Armadas como árbitro en la lucha por el poder que se gesta en el interior del chavismo. El Ejército venezolano ha ejercido a lo largo de toda la etapa del chavismo un control militar, pero también un control logístico y administrativo sobre las funciones vitales del Estado. En estos momentos, los militares ocupan tres carteras ministeriales en el Gobierno y once ex oficiales fueron designados por el propio Chávez y elegidos hace dos semanas gobernadores regionales.

El «ejercito bolivariano» a lo largo de los últimos 14 años se ha institucionalizado en la vida civil de los venezolanos: en las misiones que reparten ayuda alimentaria y han creado una auténtica red de distribución de alimentos para los más necesitados. También han construido un sistema de localización y movilización de los ciudadanos que utiliza para transportar votantes en época de elecciones. Igual que Chávez ha utilizado esta maquinaria, su hipotético sucesor hará lo propio, en el caso de que aquél no pueda tomar posesión de la presidencia el próximo día 10. El propio Chávez fue quien designó a Nicolás Maduro como «heredero». Si las Fuerzas Armadas están o no divididas ante esta candidatura es una incógnita en estos momentos y aún no se ha detectado ningún movimiento claro en contra. Además hay que contar con la Milicia Bolivariana creada por Chávez, y que integran 120.000 efectivos armados, que se ha utilizado como fuerzas de orden público y que se ve como una «guardia pretoriana» que actuaría en caso de que fuera necesario defender el proceso revolucionario.

Existe también la impresión de que Cuba, pieza clave en la situación política venezolana, pese a que no tienen ninguna influencia real en el proceso sucesorio de Chávez, sí preferirían una solución que estuviera controlada por los militares. No en vano desea mantener el apoyo económico y petrolífero que el presidente venezolano le ha dado durante muchos años y un cambio de Gobierno y de orientación política pondría en peligro el estatu quo actual.