Política

Manuel Coma

La trivialidad del terror

La trivialidad del terror
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Diez días después de los atentados de París, el terrorismo sigue siendo el tema europeo por excelencia. En sí mismo esto tiene algo de nuevo y extraño. Ha sido el más pequeño de los grandes atentados. Casi simultáneamente, en Saná, la capital de Yemen, un terrorista suicida voló a 37 personas sin que aquí nos enteráramos. Sin embargo, París tiene algo de antes y después por la magnitud de la reacción. Por un lado, el énfasis exultante en la libertad de expresión sin límites, que raya en la utopía, no hay nada que no los tenga, por el otro, apresuradas innovaciones legales con las que, para potenciar la acción antiterrorista y mejorar la seguridad, se pueden recortar algunas libertades. Un comentario común es que las autoridades por fin empiezan a tomarse en serio la amenaza. No es cierto. Es sólo un poco más. Pero puede que caigan algunos tabúes y se haga retroceder algunas líneas rojas.

No tenemos manera de calibrar en qué medida la reacción hace también mella en el bando contrario, pero no son insensibles a que se les ponga las cosas más difíciles. Sus motivaciones y justificaciones pueden parecernos delirantes, pero a partir de ellas razonan estratégicamente. Sienten gran apego a su libertad de castigarnos por las muchas ofensas que les hacemos, aunque sólo fuera por ser como somos, y también se resienten de que se les cercene su sagrado derecho a las represalias y a la venganza. Tampoco les conviene que estemos demasiado alerta y que incrementemos nuestro activismo en su contra, tanto en nuestro interior como en su terreno. Nada de ello los va a hacer cambiar, pero todo lo tienen en cuenta, así como las reacciones y percepciones entre la masa de sus correligionarios, no tan agresivos y entusiastas. Al Zawahiri ya dijo en 2005, cuando era el número dos de al Qaeda, que las mayorías musulmanas no estaban preparadas y había que ir algo más suave con el terrorismo, pero ahora tiene que competir con el Estado Islámico, que es de la opinión contraria. Es partidario de pisar el acelerador. Quizás el aspecto más intrigante de los ataques de París sea que los Kouachi se identificaron como miembros de la organización creada por Bin Laden, en la franquicia hoy día más potente, Al Qaeda en la Península Arábiga, mientras que Koulibali dejó bien claro que su devoción es por el Estado Islámico. Y, sin embargo, han dado a entender que colaboraron.

El estado de alerta europeo ya ha hecho caer varias tramas, no sólo en Bélgica, aunque allí de manera más aparatosa y drástica. Es muy posible que los crímenes del 7 de enero sean punto de inflexión en la lucha contra los terroristas, pero no caigamos en el error de creer que lo último es el no va más y lo definitivo. Comparado con el mundo islámico, Occidente es una balsa de aceite. Nuestras defensas pueden mejorar, pero la perfección no existe.