José María Marco

La ultraizquierda antisemita

La Razón
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Los nacionalistas judíos que se instalaron en la antigua tierra judía después de la Segunda Guerra Mundial eran socialistas. Durante mucho tiempo la política y la sociedad israelí estuvieron determinadas por la filiación socialista de aquellos pioneros. Fueron necesarios cambios muy profundos en la mentalidad de los israelíes para que abandonaran aquella querencia, gracias a lo cual Israel es hoy una de las sociedades más dinámicas y avanzadas del mundo. Como era de esperar, durante mucho tiempo la izquierda se decantó por posiciones proisraelíes y en muchos casos, aunque no siempre, prosionistas.

También se situaban entre los partidarios del Estado de Israel algunos movimientos nacionalistas. En nuestro país, muchos nacionalistas catalanes admiraron el éxito de los judíos en la creación de una comunidad política propia: un pueblo, una nación, un Estado. También se encuentran rastros de esta admiración entre los rastafaris jamaicanos, que reelaboraron antiguas leyendas africanas relacionadas con el rescate de grupos esclavizados y las combinaron con una idealización de la Tierra prometida. Ahí están algunas letras de canciones del propio Bob Marley, con la evocación del símbolo de Sión y de la figura casi mítica del «profeta» jamaicano Marcus «Mosiah» Carvey, creador del lema «Un Dios, un objetivo, un destino». El cantante judío norteamericano a punto de ser censurado no era por tanto una figura tan exótica como muchos podían suponer.

La filiación izquierdista del sionismo, que en la intelectualidad europea progresista tiene sus raíces en las reflexiones de Jean-Paul Sartre sobre la cuestión judía, empezó a resquebrajarse cuando quedó desacreditado el socialismo real, a partir de los 70. La caída del Muro de Berlín y la globalización acabaron con ella y la izquierda ha ido evolucionando hacia una posición reticente hacia Israel. Ha ido más allá y la deriva ha prendido en sectores inesperados: en las universidades de las democracias liberales, herederas, en principio, de un espíritu ilustrado, tolerante y humanista. Profesores que nunca han aceptado el hecho de que el socialismo está acabado siguieron fieles el culto al ídolo caído. Así han inculcado su nostalgia a generaciones enteras de estudiantes.

Israel cobra un doble significado. Por una parte, es la encarnación misma de la globalización, la situación surgida del colapso del socialismo y que encarna todas las maldades que desde siempre habían simbolizado los judíos: espíritu depredador, sin patria, hermético y elitista. La casta global, para estos antisemitas de libro, populistas clásicos que actualizan, y en su tiempo se habrían creído, falsificaciones tan burdas como los Protocolos de los sabios de Sión. Además, en una época en que los países occidentales han abandonado cualquier ambición imperialista, Israel ocupa un territorio que «no» es suyo y «sojuzga» así a «un pueblo oprimido». El antisionismo, que el rechazo a la globalización transforma en una nueva forma de antisemitismo, se convierte en una de las señas de identidad de esta nueva izquierda. De nueva tiene poco. El populismo de siempre sigue ahí, con su odio inagotable a los judíos. Además, Israel permite revivir las antiguas glorias del leninismo antiimperialista, cuando ése era el frente donde las fuerzas revolucionarias se disponían a derrotar al capitalismo.

Ésta es la mitología que sustenta el BDS, el movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones fundado hace diez años por la «sociedad civil palestina», como si entre los palestinos existiera algo parecido a la sociedad civil, y que se ha extendido por entre los jóvenes universitarios occidentales que añoran, bajo la influencia de profesores como nuestros compañeros politólogos de Podemos, el socialismo en el que no sobrevivirían ni cinco minutos. También es sabido que el nacionalista Raül Romeva, flamante aspirante a Varufakis catalán, ha sido un ferviente promotor de las propuestas del BDS. Así es como ha acabado la deriva antisemita, populista y neomarxista de la ultraizquierda y del nacionalismo. Seguro que los Iglesias, los Garzón y los Zapata achacan al imperialismo sionista la rectificación de los gestores del festival de Benicàssim.