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Podemos

La verdad de la cocacola

La Razón La Razón

Ramón Espinar ha conseguido el mejor bodegón del pensamiento y acción de Podemos. Naturaleza muerta y dos chispazos, picana en el relato. Dos «cocacolas», albóndigas y judías verdes. Esa fotografía en el abrevadero de los senadores es icónica y merece pósters en la línea del Che o aquel de «se busca» con el Cristo melenudo. Esta foto es metáfora y retrato de unos «políticos de látex», políticos que no sienten. Llamaron al boicot para defender a los trabajadores de Fuenlabrada, hacerse unos retratos y olvidarse del resto de «currantes». Pero cuando se liberan del «consignario» van buscando su querencia y caen a plomo. En realidad, es la prueba de que la movilización no forma parte de su ser. No viven esa calle a la que apelan. En ningún momento han interiorizado lo que significa la protesta. No conocen el esfuerzo de la reivindicación. Son políticos tan leídos como poco vividos. Insisten en el boicot como quien corea las canciones de Silvio Rodríguez en la «terracita» del penúltimo garito. En esa perversión de la defensa de los derechos han conseguido desvirtuar las causas o incluso llevarlas al ridículo. Espinar es un «hijo de la trama», de piso y capricho, no una, dos «cocacolas» tan black como la tarjeta de padre y «sensación de viviiiir». Sola por favor, que el «calimocho» deja regusto anarquista. Por eso, con las manos negras de culpa y el estómago efervescente, salió para explicar que fue un error. No, no fue un error. El episodio de la pareja de «cocacolas» en bandeja es la mayor verdad de la acción pública de Podemos. Es un regüeldo de sinceridad política, un «provechito» para el público generoso. En la conga de lo simbólico se han sucedido las muestras de apoyo en un carnaval de espejos deformantes. Iglesias, líder, guardián y chamán, ha pasado el algodón del buen militante para decir que es «error leve» y que se mantiene la recomendación de no beber estos refrescos. Alivio, seguimos en la foto, sonríe. Si los pactos son con botellines de cerveza, las conspiraciones se van a engrasar con «cocacolas», soy lo prohibido. Todavía está cercano el tiempo en el que Errejón preguntaba y disertaba sobre la reforma de la Constitución, el tiempo y el mensaje que ampliaba el abanico de la rutina parlamentaria con nuevas aproximaciones conceptuales. El tiempo, breve, en el que lo intentaron.

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