Julián Cabrera
«La veu del poble»
Resulta llamativa la invocación en según qué circunstancias e intereses estratégicos de la «voz del pueblo». Ocurrió en Cataluña antes del 25-N y ocurre ahora, cuando toca interpretar el sentir de los ciudadanos en la tarea de formar una mayoría estable de gobierno.
Por eso convendría no dejar de lado un par de lecturas derivadas del mensaje electoral de hace tan sólo 24 días: una, que Artur Mas quiso ensamblar la voz que más alto gritó en la calle –léase la Diada– con el futuro parlamento, primer error. Otra, que asumiendo la competencia exclusiva del president para disolver la Cámara catalana sin necesidad de autorización ni consulta a su gobierno, también a él le correspondería, tras el consiguiente revés electoral la responsabilidad de marcharse a casa.
Y como la retirada de Mas al menos por el momento no parece factible, una legislatura en la que el principal hilo argumental amenaza con ser la fecha y términos de un referéndum ilegal, parece abocada a lo que menos conviene a Cataluña y a España, el adelanto electoral y más tacticismos. Adelanto que se atisba como el sumidero donde iría a parar una entente con ERC en la que la permanente paranoia de culpar al Estado de todos los males se puede volver contra sus propios impulsores.
Aún hay tiempo para la cordura, para evitar derivas y fijar prioridades: no hace falta mirar a Madrid que sigue colocando su deuda sin dificultad ante los inversores, tampoco al horizonte escocés brumoso como el lago Ness; basta con mirar a otros desafíos secesionistas como el de Quebec, para constatar cómo las compañías internacionales salieron de la –como Barcelona– olímpica Montreal, para trasladarse a Toronto, hoy flamante epicentro financiero canadiense. Los que invocan a conveniencia la «veu del Poble» no debieran olvidar que para esa voz, bromas las justas.
✕
Accede a tu cuenta para comentar