Toni Bolaño

Lamentable

¿Puede ser un independentista un fascista? Sí. ¿Puede ser un españolista un fascista? También. ¿Son todos los independentistas unos fascistas? No. ¿Son todos los españolistas unos fascistas? No. Son preguntas sencillas, con respuestas sencillas. Sin embargo, desde que Mas inició el proceso soberanista la discusión política se hace con trazos de brocha gorda. Así, si no eres soberanista eres un fascista o como les gusta decir a los más versados, un predemocrático. Si discutes la legalidad del derecho a decidir secuestras la voz del pueblo y, por ende, eres un fascista. Un concierto por la independencia no es tal, es por la libertad, sugiriendo que si no se es independiente no se es libre.

Con este nivel de discusión estamos en Cataluña. Lo más lamentable es que este nivelazo ha llegado al Parlament de la mano de unos señores diputados que han dado apoyo a ETA, que han justificado la violencia en la política y que aplaudían las asesinas hazañas del comando Barcelona. Los diputados de la CUP tildaron de fascistas a todos los que se oponen a la independencia. No se les cayó la cara de vergüenza porque en su baremo de valores, éste debe ser muy patriótico. Algunos simplemente acusan de fascismo al contrario para camuflar las sensibilidades fascistas de sus actuaciones.

Al diputado de Ciutadans Jordi Cañas no le temblaron las piernas y se defendió de la acusación de fascista. Simplemente, porque no lo es. Se podrá estar de acuerdo o no con él, pero acusar a Ciutadans de fascistas por no comulgar con el estereotipo político del pensamiento único es simplemente fascismo. Algunos quieren presentar este rifirafe como una anécdota. Se equivocan. Es la ascensión a la primera división de la política de la intolerancia y la descalificación gratuita.

Pero, sin duda, lo más grave es la actuación de la presidenta del Parlament. Núria de Gispert no se encaró con el acusador, se encaró con el acusado de fascista. Le salió la vena protectora de los nacionalistas con sus hijos radicales porque seguramente pensó que los de la CUP «son de los nuestros». Su actuación fue lamentable porque dio patente de corso a la insidia. La señora de Gispert no estuvo a la altura. Su insolvencia es evidente y su falta de temple, lamentable. Comenzó el pleno cuestionando la pluralidad de TV3. Acabó constatando que la presidenta pone coto a la pluralidad del Parlament. No desliguen una cosa de otra.