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Las baronesas de Podemos

La Razón
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Las hijas devoran al padre. Imagino una de esas escenas maravillosamente histriónicas de Nuria Espert en la que, de las musas al teatro, las sacerdotisas acaban con saña con el dios al que adoraban en público. Pablo Iglesias se ha topado con el feminismo, cherchez la femme, en su versión más reivindicativa, y le van desnudando para que llegue en calzoncillos al Congreso de Vistalegre, el templo donde el macho alfa pretende coronarse con el ardor de las bases.

El golpe de mano de Teresa Rodríguez, lideresa y compañera entrañable de «Kichi», en cuaresma y en carnaval, es un órdago mayor que el que perdió en Madrid Rita Maestre haciéndose antes de tiempo la mosquita muerta. Pablo está cercado como Marcelo Mastroiani en «La ciudad de las mujeres». Algo de felliniano tiene este capítulo de la enésima crisis de Podemos. Las muchachas en flor de Federico, que son las baronesas de Podemos, vencen al varón, que siempre desemboca en la melancolía. En Barcelona, Ada Colau; en Valencia, Mónica Oltra de Compromís; en Galicia, Alexandra Fernández, de En Marea. Todas se han creido la khalessi.

Sin sus votos prestados, Pablo Iglesias tendría menos diputados que Ciudadanos, acabaría siendo un «cuñado», según la terminología despectiva que emplean con Rivera.

Podemos deja pues de ser hegemónico y empieza a deshacerse como un terrón de azúcar ante el aliento caliente de sus chicas de la bandera roja. El hiperlíder sumaba. Su inteligencia le llevó a la cima. Pero ahora resta. Tanta exposición solar sin protección le ha bronceado en demasía. A un paso de la quemadura en tercer grado. Las baronesas demuestran una legítima ambición de poder ante el perdedor que podría haber llegado más lejos de hacer caso a Errejón y sus errejonas. Ahora vendrán las explicaciones asamblearias, eso de que el debate enriquece y que los compañeros andaluces tienen mucho que aportar a la nueva izquierda. Pero la realidad es bien otra. Si a Pablo Iglesias le gusta tanto el modelo federal ya tiene a lo que eso conlleva. Teresa Rodríguez lo hace además en nombre de una «nacionalidad histórica» como Andalucía, que es una explicación tan sonrojante como inaudita. Nación de naciones. Y ahora vamos a por el cantón del barrio de la Viña. ¡Oh Tartessos, emerge de las aguas y regálanos unas gambas de Huelva como ofrenda! Es su hoja de ruta para la independencia blanca y verde.

Entre el naufragio, que Pablo Iglesias no participe en el saludo al Rey en la apertura de las Cortes se antoja una pantomima antisistema sin ningún valor añadido, un nuevo teatrillo de marionetas del populismo. ¿Qué le habrá hecho el ciudadano Borbón, el único que nos representa de verdad, a este hombre? Si ni siquiera ha podido pisar Arabia Saudí. Que se sepa, Iceta, aunque ponderaba la alianza con Podemos, no ha tenido nada que ver.