Manuel Coma
Las debilidades de Hillary Clinton
Nosotros estamos fritos y asados con nuestro marasmo político. ¡Pues mira que los americanos si tienen que elegir entre Trump y Sanders! Lo malo es que lo que pase o deje de pasar en EE UU influye en todo el mundo. Nuestros males, en principio, no les afectan, pero los suyos pueden empeorar los de aquí. Tal y como están las cosas en este momento, Trump o Sanders pueden ser la disyuntiva final. Un exuberante populista no propiamente de derechas, sino puramente trumpista, y un chiflado ideológico de izquierdas, con propuestas económicas que casi hacen razonables las de Podemos. Eso es lo que ha salido de New Hampshire. No es que la votación en ese estado determine inexorablemente las decisiones que en junio van a tomar las convenciones de delegados de ambos partidos para elegir a su candidato presidencial, sino que, a pesar de lo prematuro, las alternativas se han reducido drásticamente. Las primarias tienen todavía que dar muchas vueltas, pero está claro que las esperanzas, que los caucuses de Iowa parecieron alentar, de que los resentimientos satisfechos y las ilusiones despertadas por la demagogia trumpista se desvanecerían a la hora de la verdad, en el choque con el proceso de elección de un candidato que pueda ganar y gobernar provechosamente el país, esas esperanzas se han frustrado.
Trump sigue adelante y no como un zombie sostenido por su propio dinero, sino como un cabeza de lista con viento en popa. Ahora las primarias giran hacia el sur, donde hay muchos evangélicos muy conservadores que son primordialmente de Cruz y podrían proporcionarle una recuperación a Rubio, también muy conservador, pero con una imagen más atractiva. Su problema es que Trump pesca en muchos caladeros, entre gentes que no han perdido ni la fe ni el entusiasmo. Para horror de los demócratas, encandila también a obreros blancos que tradicionalmente son unos de los puntales del partido del asno.
Un Trump triunfante en un partido en el que ni el aparato ni muchos conservadores lo reconocen como suyo ¿Con quién tendría que medirse? La paliza que Sanders le ha propinado a Hillary en New Hampshire se ha tomado como una señal de su sorprendente fortaleza. En realidad, indica la no sorprendente debilidad de la Clinton. El establishment y la corriente principal demócrata la considera, o consideraba hasta ahora, la candidata indispensable, pero lo que las primarias han revelado es que no es una buena candidata y que ni va a ganar la nominación ni probablemente tampoco conseguiría la victoria final. Pero para desesperación de dirigentes y votantes del partido, las fabulaciones ideológicas de Sanders, heredero de los difuntos pero implícitamente resucitados «Sí, podemos» obamitas, lo convierten en un perdedor seguro, incluso frente al idiosincrático e impredecible Trump. Los republicanos tienen fácil una victoria que no podría garantizar al país y al mundo un buen gobierno.
La tirria que la derecha ha tenido tradicionalmente contra los Clinton va siendo compartida por buena parte del electorado demócrata, específicamente respecto a Hillary. Nadie duda de su capacidad, pero en otros aspectos personales sus calificaciones son muy bajas. No tiene la simpatía de su marido, pero es quizás más tramposa y no menos mentirosa que él. Se vuelve a pensar en el vicepresidente Biden como alternativa que salve la situación. Por su parte, el financiero multimillonario Bloomberg, anterior alcalde de Nueva York, acaricia la idea de presentarse como independiente. Mejor para los republicanos.
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