Paloma Pedrero

Le están esperando

La Razón
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Me conmueve profundamente el abandono de animales domésticos. No puedo comprenderlo. He tenido de todo: perros, gatos, tortugas, pájaros, roedores... Ahora convivo con una caniche de tres kilos largos que es parte de lo mejor de mi vida. Ella está siempre ahí, incondicionalmente. Me quiere, me consuela, me acompaña, me hace reír. Ella, mi “Japi” es más humana que muchos de los humanos que escucho y observo. Mucho más, desde luego, que esos ciento cincuenta mil desalmados que abandonan a sus animalitos y se quedan tan frescos. Si no tienen cabeza ni corazón, habrá que multarlos, hacer que una ley de protección animal severa les zurre el bolsillo, que eso sí les duele. En verano por las vacaciones, aún pudiendo llevarlos a apartamentos y a muchos hoteles, es cuando más les molestan y más les abandonan. Las perreras están llenas. Sólo en una de Alicante han entrado setenta y pico cachorros en los últimos días. Y allí están las preciosas criaturitas en sus jaulas, buscando manos que los acaricien, esperando que un ser sensible les saque de su prisión y les de una familia auténtica. Ellos no van a fallar, de eso estoy convencida. Pero un perro o un gato no es un juguete, es un ser vivísimo que necesita cuidados y educación, amor y compañía, comida y veterinario. No se les puede dejar encerrados en terrazas o cocinas. No se les puede tener horas y horas en soledad. Hay que renunciar a ciertas cosas para tener un compañerito de cuatro patas. Por eso, si no lo tienen claro no los cojan. Pero si deciden que sí, que les compensa, adopten en las perreras. Allí le están esperando.