Alfonso Ussía
Libros en inglés
Jorge Luis Borges, el genial, distante y malvado escritor y poeta argentino, dueño de las palabras iluminadas por el talento –con el permiso de Ramoncín–, era también un provocador con casta. Así que un día confesó que había leído «El Quijote» en francés, y que le pareció un libro «muy lindo». En una visita a España, y acompañado por el estupendo poeta gaditano Fernando Quiñones, algo cansado de las encadenadas menciones a don Antonio Machado, comentó: «No sabía que Manuel Machado tuviera un hermano llamado Antonio». Pero Borges se podía permitir todas las impertinencias habidas y por haber, por tratarse de las provocaciones de un genio universal.
No se valora en su justa medida a los grandes traductores. Hay traducciones soberbias, que prueban la magnitud literaria de quien ha llevado la obra de un idioma a otro sin perder la fuerza y la frescura del original. También hay traducciones pésimas, muy aproximadas al delito. Pero en España se traduce muy bien, quizá por la importancia y potencia de sus grandes empresas editoriales. A pesar de su modestia y humildad, muy pocos han superado las traducciones del alemán al español del padre jesuíta Ramón Ceñal de la obra de Kant. Recomiendo a Pablo Iglesias y Albert Rivera que adquieran –si lo consiguen en una buena librería de Viejo–, la fabulosa versión española de «La Dissertatio» de 1770, editada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en el año 1961, con la introducción y traducción del Padre Ceñal.
Una de las mujeres a las que yo más admiro intelectualmente, Chabeli Iglesias, ha hecho unas declaraciones sorprendentes y de honda valentía literaria. Preguntada, con toda seguridad, por la novela que más le ha complacido del actual novio de su madre, ha respondido con su característica y acerada profundidad. «No he leído ninguna novela de Vargas Llosa porque yo sólo leo en inglés». Aún no me he recuperado del disgusto y el desasosiego anímico que me ha golpeado en la sensibilidad. Esta chica nació en España, es hija de un español y una filipina, su primer idioma es el español, y allá donde mora y yace, Miami –para ella «Mayami»– el español está tan arraigado o más que el inglés americanizado, que ya lo advirtió el gran irlandés Bernard Shaw: «Los Estados Unidos e Inglaterra son dos amigos profundos y leales sólo separados por el idioma».
Si la chica de Iglesias y Preysler no lee a Vargas Llosa porque sólo lo hace en inglés, y con el fin de que no quede mal en las reuniones familiares que se avecinan, me permito sugerirle que haga un esfuerzo y pase sus ojos por las páginas de «La Ciudad y los Perros», «Pantaleón y las Visitadoras», «Conversación en la Catedral» y «La Fiesta del Chivo». Cuatro novelas diferentes de ritmo y hondura que ayudarán mucho a la chica de Iglesias a conocer la formidable calidad literaria de quien ha entregado su prestigio y su pasión a su discreta madre.
En «La Ciudad y los Perros» conocerá el pasmo, el asombro. En «Pantaleón y las Visitadoras», la ironía, la sonrisa, el desconcierto y la extravagancia esmeralda de la selva peruana. En «Conversación en la Catedral», la culminación de un escritor fabuloso. Y en «La Fiesta del Chivo», la mejor novela escrita en español en el último decenio –lástima que no lo hiciera en inglés–, la denuncia de una tiranía magistralmente resumida en sus últimos días.
Por otra parte, para facilitar a la intelectual de «Mayami» el esfuerzo y la delicia de la lectura de Vargas Llosa, me permito darle una sorpresa como si se tratara de un «Pijama Party» de su infancia.
Vargas Llosa está traducido al inglés.
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