Reforma educativa

Lo costoso y lo caro

La Razón
La RazónLa Razón

Es más barato para un alumno estudiar en Suiza que en Madrid o en Cataluña. Ése es el resultado de una investigación sobre el coste de las carreras universitarias en Europa.

España se ha convertido en un país cargado de dificultades en materia de educación para una familia. El precio medio de una matrícula de grado está en torno a los 1.100 euros, 20 veces más que Alemania, por ejemplo.

Pero la desigualdad no solamente se produce cuando comparamos nuestro país con el resto de Europa, también es evidente cuando miramos hacia dentro. De esta manera, estudiar en Madrid o en Cataluña cuesta el triple que estudiar en Galicia o en Andalucía.

De la mano de la crisis ha surgido un reforzamiento de algunos mantras que van camino de convertirse en dogma. Se ha argumentado que sobran universidades porque hay demasiadas, que los estudiantes desperdician su tiempo y esto ocasiona mucho gasto evitable y que tenemos malas universidades porque ninguna está entre las 100 mejores del mundo. En definitiva, se ha atacado al sistema universitario, hablando de manera categórica del «fracaso de nuestras universidades».

A estas razones han respondido numerosos especialistas con argumentos indiscutibles, por ejemplo, dos expertos en economía de la educación, el profesor Armenteros y el profesor Pérez García.

En España tenemos una universidad por cada 582.000 habitantes; en Gran Bretaña tienen una por cada 253.000 habitantes y en EE UU tienen una por cada 94.000 habitantes, por tanto, no se puede decir que en España sobren universidades.

Pero además, a pesar de lo que se afirma comúnmente de nuestros universitarios, la realidad es que tienen un magnífico rendimiento académico. Cuando la media de los estudiantes universitarios en la OCDE que acaba en su edad es el 70%, en España acaban el 79%. Por tanto, no se eternizan en la universidad.

Es cierto que ninguna universidad española está entre las 100 mejores del mundo, pero no es menos cierto que el reducido número de ellas que está en este grupo de élite disponen de una financiación y de recursos económicos que multiplica por varios dígitos los escasos recursos de que dispone la universidad española.

Hay muchas cosas que mejorar, es preciso sentarse con la comunidad universitaria y establecer un nuevo sistema de relaciones entre la universidad y la sociedad que sea capaz de superar los departamentos estancos en que se encuentra cada una ahora mismo, pero el camino no es la expulsión de estudiantes por falta de recursos para poder hacer una carrera universitaria, ni el ataque injusto.

Los recortes en becas y las subidas de los precios de las tasas experimentados durante los años de crisis han hecho daño al futuro del país. Podemos soñar con una sociedad de personas más libres, educadas y productivas, que nos haga realmente competitivos, o con ser el país de servicios no cualificados para el resto de Europa.

Buena parte de las universidades europeas públicas ofrecen matrículas gratuitas en el grado. Es el caso de Austria, Dinamarca, Finlandia, Noruega o Suecia. Habrá quien piense que tener un país con un sistema destacado universitario es caro, pero lo realmente caro para todos es no tenerlo.

Otros estados disponen de un sistema de créditos estatales que pueden ser condonados en función de los resultados o devueltos con el primer sueldo. Este sistema tiene sus ventajas y sus riesgos.

Entre sus virtudes, permite el acceso a prácticamente toda la población, pero tienen el riesgo de que la financiación acabe en manos del mercado. Esto ya ha ocurrido en Brasil, en este caso en el sector de la Sanidad. Las familias piden préstamos para pagar la asistencia sanitaria privada que representa la cobertura preferente, con el endeudamiento se generan dos consecuencias, bolsas de personas no atendidas y una nueva deuda en las familias: el «debtfare state», que da lugar a una bolsa de deuda como la que sufrimos en España con la vivienda.

La solución a nuestro futuro requiere un debate profundo y sereno del parlamento y de la sociedad.

Decía Pericles, hablando de las virtudes de los atenienses: «En lugar de considerar a la discusión como una piedra que nos hace tropezar en nuestro camino a la acción, pensamos que es preliminar a cualquier decisión sabia».

Claro que para eso por lo menos deberíamos tener Gobierno.