Política

Ely del Valle

Los «ni-nis» del trinque

Los «ni-nis» del trinque
Los «ni-nis» del trinquelarazon

Aun siendo cierto, cada día se nos hace más difícil creer que la mayoría de los políticos es gente honrada. De hecho, estamos ya en el punto en que lo máximo que se puede defender es que todavía hay algunos que no han caído en la tentación de llevárselo crudo, aunque es inevitable que nos preguntemos si porque no han querido, no han podido o no se les ha presentado la ocasión. Es el desastre al que nos está arrastrando esta ciclogénesis que ayer tuvo su penúltimo episodio en la «operación Púnica» y que amenaza con llevarse por delante la credibilidad de un sistema al que le flojean las ingles a la altura del bolsillo. Y de poco sirve que se nos diga que esta pillada que ayer dejó unos a cuantos alcaldes huérfanos de afiliación –ya veremos cómo se soluciona esto de aquí a las elecciones– no tiene que ver con partidos sino con personas, porque da la casualidad de que esas personas, si han trincado, lo han hecho amparados por unos cargos conseguidos al calor de sus partidos, que en el mejor de los casos se están revelando como unas organizaciones incapaces de detectar y evitar la corrupción en sus filas. Ese, y no otro, es el problema.

Ahora empezarán –ya han empezado– las acusaciones mutuas y las soluciones a toro pasado, que es lo de siempre y lo que ya no cuela, porque a la cantinela, de tanto usarla, le ha pasado lo que al amor de la Jurado: que suena a cántaro roto. La única certeza que nos queda es que, por desgracia, tenían razón los que decían que este es un país de «ni-nis»: ni la derecha ni la izquierda; ni los sindicatos ni los empresarios; ni los pequeños nicolases ni los molt honorables. Del trinque, por no librarse, no se libra ni la Pantoja. Un drama.