Pedro Narváez

Los pobres

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El responsable de Cáritas dio ayer en «Los desayunos de TVE» una lección al que quería sacarle un titular contra la política de ajustes. Como si no fuera suficiente con el informe que presentó, en el que se constata que los pobres son cada vez más pobres, y, lo que es más inquietante, que lo seguirán siendo cuando la crisis dé la vuelta a la esquina o se precipite en el abismo de la opulencia. Lo mismo pasó en la ultima época de bonanza: los pobres no dejaron de serlo. Entendí que la pobreza puede provocarla la política, pero que para hacerle frente no sólo deben cambiar los decretos y la estupidez europea sino la actitud y las costumbres de todos. El que esto escribe no es sospechoso de franciscano y, al contrario que al nuevo Papa le entran gozosos escalofríos con los zapatos de Prada, lo que seguramente me lleve con más razones al confesionario, así que no tiraré piedras de hipocresía sobre las coronadas cabezas de los progreintelectuales que lo más cerca que han estado de un pobre es cuando se miran al espejo de su propaganda. Cáritas les ha enseñado la fealdad de sus entrañas, que es usar a los pobres como arma para alcanzar el poder para que los pobres, vuelvo al demoledor informe de la ONG de la Iglesia, sigan siéndolo. Desde la Revolución Francesa las revoluciones las hacen los burgueses y los que se sentaron a diestra y siniestra en los parlamentos que vinieron fueron los Victor Hugo, pero no los miserables. Si tanto les importan, que dejen de usar la lástima de tertulia y el verbo zurcido y que remienden su conciencia porque pocas cosas hay menos éticas que dar voz a quien en el fondo se desconoce y hasta en algunos casos se desprecia. El fotógrafo dispara sobre el desempleado que hurga en la basura para la portada del «New York Times». La estética de la pobreza. Pero, ¿quién se encarga del consuelo y de los bocadillos? Si no pueden hacer nada por ellos al menos que los dejen en paz.