Ángela Vallvey
«Los Soprano»
La muerte del actor James Gandolfini ha dejado a los fans de la serie «Los Soprano» completamente desolados. No es sólo que haya muerto inesperadamente el brillante actor, sino que ha fallecido «también» Tony Soprano, el personaje mafioso protagonista de la excelente serie de televisión. La muerte de Gandolfini ha sido una especie de «spoiler» de la serie de ficción que hubiese venido a estropear el final inquietante y abierto con el que concluyó la última temporada de «Los Soprano». Ahora, y a pesar del prodigio narrativo de la última «es/cena», todos comprendemos que Tony Soprano ha desaparecido del mundo para siempre. Resulta brutal saberlo. Esto que ha ocurrido con el triste y prematuro fallecimiento de Gandolfini es algo que no sucedía antaño: la ficción cinematográfica no padecía en su relato cuando un actor moría en la realidad. La defunción de James Dean, por ejemplo, no afectó a las películas «Rebelde sin causa» o «Al Este del Edén», a pesar de que el actor tenía 24 años cuando murió. La ficción audiovisual ha cambiado sustancialmente en los últimos tiempos. La televisión se ha convertido en la heredera de aquellos periódicos victorianos en los que Dickens publicaba sus novelas por entregas, pero ahora las fantasías televisivas están envueltas en un halo de abrumadora realidad gracias a la imagen, que se cuela en la intimidad del hogar del espectador y se mezcla con el resto de sus seres queridos. Imagen e intimidad se alían, a su vez, para crear una nueva concepción de la realidad mediante la cual se está escribiendo la narrativa moral de la contemporaneidad.
La Rochefoucauld decía que apenas existen un hombre lo suficientemente hábil para darse cuenta de todo el mal que hace. Tony Soprano sí se daba cuenta. Por eso vamos a echar de menos a Gandolfini.
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