Ciudadanos
Los tumbos de Albert
Conocíamos la semana pasada que los doscientos invitados de un bautizo conseguían irse del banquete sin pagar, toda una gesta de escapismo que hubiera maravillado al propio Houdini. Lo de hacerse «simpas» está muy de moda y hasta parece tener su arte, tal vez por ello Albert Rivera tenga más acentuada que nunca la lógica paranoia de que Rajoy se está «marchando sin pagar» a la hora de hacer frente a compromisos asumidos en el pasado acuerdo de investidura. Pero el problema de Ciudadanos –con independencia de que desde el PP se silbe mirando para arriba a la hora de contemplar cuestiones como limitación de mandatos o aforamientos– es sencillamente que además de menguar, no tiene claro hacia dónde tiene que crecer. Sin ir más lejos, la encuesta de NCReport del sábado para este periódico es reveladora a la hora de mostrar el regreso lento pero constante de votantes de Ciudadanos hacia el Partido Popular.
Rivera parece cada día más convencido de que no es rentable caminar junto a la alargada sombra de Rajoy y ha optado por hacerlo contra éste, tal vez en la idea de que es más factible abrirse camino en un espacio de moderación que en el PSOE puede ser solo flor de unos meses de gestora, frente a la dificultad de hacerlo ante la «roca» popular. La ruptura con el gobierno de Pedro Antonio Sánchez tiene más que ver con esta nueva estrategia que con una imputación del presidente murciano que, si hoy lunes va a la papelera –bastaba con haber esperado cuatro días–, puede escenificar uno de los mayores ridículos del partido de Rivera.
Ocupar el centro político, eso que un día Felipe González situaba en los cuatro millones de votos que le fueron prestados cuando llegó a La Moncloa, ha venido siendo la máxima de los llamados partidos tradicionales para llegar al poder. Se trata de asaltar ese espacio ideológico templado asimilándolo dentro de la casa común, bien de una izquierda o bien de una derecha convenientemente decoloradas. Sin embargo, los partidos que han pretendido crecer desde una identidad puramente centrista en origen, sin el aval de una sello marcadamente ideológico, han acabado siendo víctimas del «bocadillo» cuando no abocados a la desaparición.
En Ciudadanos sabían de esa dificultad. Si hay una recuperación de las opciones «originales», bien de PP o bien de PSOE, siempre va a ser muy a costa del voto «prestado» a esta formación, algo que ha marcado y de qué manera a su recientemente celebrado congreso nacional en el que Rivera se sucedía a sí mismo, pero donde también se trataba de encontrar un marchamo ideológico claro para un partido que cada día se ve más como un perdido camarón zarandeado por fuertes corrientes. Rivera pasa del acuerdo por la estabilidad al «no nos fiamos de Rajoy» y eso puede exigirle de muchas explicaciones, sobre todo cuando el precio de poner coto al PP de los supuestos «simpas» requiera de ir de la mano, por ejemplo de Podemos. Nada peor en política que andar dando tumbos.
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