Alfonso Ussía
Los zapatos de Rato
Floy Milton-Moreno, diseñador de moda y cronista de sociedad de Tegucigalpa, describió de esta guisa la aparición del hermano del Presidente de la República, al que había votado en el concurso «Los diez hombres más elegantes de Honduras». Escribió don Floy: «El apuesto ganador, prototipo de la elegancia masculina hondureña, hizo su entrada en el salón con un terno de hilo azul celeste y unos zapatos naranjas, adquiridos en un comercio de Miami». Dos días más tarde, el hermano fue derrocado mediante Golpe de Estado incruento y Floy Milton-Moreno, invitado a pasar una temporada en el exilio.
El ministro Montoro fue el protagonista de «La Razon de»... que tuvo lugar en la sede del periódico el pasado 2 de abril. No pude asistir y por ello, no soy responsable ni cómplice de lo que dijo. Le acompañaron muchos ministros. Y entre los invitados ilustres destacó Rodrigo Rato, o mejor dicho y escrito, destacaron sus zapatos amarillos con vocación de crepúsculo anaranjado, que le han sido regalados, sin duda alguna, por uno de sus peores enemigos. Se entiende lo del FMI y el posterior batacazo de Bankia. Hay que estar muy seguro de uno mismo para atreverse a llevar unos zapatos tan espectacularmente agresivos. Más que dos zapatos eran dos escraches que impedían el sosiego y la armonía de la primera fila de los asistentes a la cordial intervención de Montoro. Una lástima que no fuera invitado Floy Milton-Moreno para conocer su opinión al respecto. Dos son los elementos que manifiestan el buen gusto masculino, en lo que al vestir y guapear se refiere. Los zapatos y el reloj. Las corbatas y las camisas quedan en un segundo plano. Los zapatos pueden alcanzar, en determinadas ocasiones, la condición de delictivos. Y ahí fallaron los siempre eficaces servicios de protocolo de «La Razón». Con esos zapatos en una primera fila, el protagonista no fue Montoro, sino el portador de los escarpines. Se preguntaba el resto de los presentes: ¿Quién ha sido capaz de regalarle ese par de zapatos a Rodrigo? He intentado averiguarlo, y hasta el momento, el éxito en las indagaciones no me ha acompañado. Un adversario implacable. Alguien deseoso de una venganza brutal. Algún inversor en acciones de Bankia. Un compañero de colegio de la infancia astur al que Rato acusó de copiarle un examen. La madre de una antigua novia de Gijón a la que Rodrigo abandonó por otra, lo cual hirió más a la madre que a la novia, porque madre sólo hay una y novias las había a porrillo, al menos en aquellos tiempos juveniles que compartimos. Para mí, que a Rodrigo Rato le han tendido una trampa y ha caído en ella irremediablemente. Después de llevar esos zapatos, su futuro no se me antoja esperanzador. Al menos, Javier Arzallus, cuando hablaba desde la tribuna en el «Aberri Eguna», ocultaba con el atril los «Kelme» blancos de tenis que se ponía los domingos y fiestas de guardar. Lo que antaño se denominaban «playeras» y hogaño «zapatillas de deporte». Los zapatos naranjiamarillos de Rodrigo Rato no se los pone ni Sergio Ramos, que es fácil en eso de aceptar cualquier desajuste indumentario. Lo siento, Rodrigo. Te la han jugado.
Para recuperar la imagen, está obligado a tirar en el contenedor con el mensaje «Vidrios No» más cercano a su domicilio, y ante notario, los susodichos zapatos. Y enviarle a los altos directivos de «La Razón» y a Montoro una extensa misiva solicitando humildemente las imprescindibles excusas. Horribles, Rodrigo.
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