Represión en Venezuela
Maduro huele a podrido
Huele que apesta. Y lo esperpéntico es que aquí, en España, políticos que van de progres a los que se les llenará de nuevo la boca este 1 de Mayo, hablando de justicia, derechos humanos y solidaridad, siguen aplaudiendo sus tropelías y justificando sus crímenes. Y no me refiero sólo a Iglesias y los de Podemos, obligados a agradecer los millones que les soltó el chavismo, sino también a Garzón de IU, a Rufián el de ERC y a sus cuates periféricos. Hoy no toca perder el tiempo con esa patulea. La pregunta, dentro y fuera de la maltratada Venezuela, es cuánto durará el incompetente Nicolás Maduro en el cargo. No me atrevo a dar fechas, pero es cuestión de meses y no caerá el tirano como consecuencia de ese referéndum revocatorio para el que recoge firmas la oposición democrática, ni empujado por las masivas protestas populares. Lo echarán a patadas los militares venezolanos. No los que engordan a su vera, sino los otros, los que trajinan en destacamentos alejados de Palacio, esos tenientes y capitanes que ven día a día cómo su Patria, esa que juraron defender, se precipita al abismo. Como hizo Fidel Castro en la Cuba comunista, Hugo Chávez y su despótico sucesor han trufado de comandantes, coroneles y generales los altos escalones de la administración y permitido que un montón de uniformados, de jefes policiales y vulgares matones se hagan millonarios, saqueando las empresas públicas, a la sombra de la petrolera PDVSA, con el narcotráfico al estilo Diosdado Cabello o robando al apaleado ciudadano. Ese «fusible» ha sido eficaz mientras el barril de crudo estaba a 100 dólares y el régimen nadaba en la abundancia. Ahora no hay tarta para repartir; ni siquiera pan y cambia el paradigma. Los chavistas, esos a los que asesoraban sujetos como Errejón o Monedero y para los que redactaba manuales el profesor Verstrynge, no sólo han destruido unas instituciones ya deterioradas y despilfarrado la riqueza nacional. Han provocado una catástrofe humanitaria. Hace unos meses, la noticia era que escaseaba el papel higiénico, el crimen rampaba y encarcelaban a los opositores: hoy, siguen torturando a los disidentes, los maleantes asesinan a mansalva, no hay medicamentos, cortan la electricidad y la gente sufre hambre. Y Maduro y sus sicarios no hacen acto de contrición por su desastrosa política energética o toman medidas: se limitan a proclamar que la sequía, esa que tiene paradas las centrales hidroeléctricas, es consecuencia de la «guerra climática» que libran al limón EE UU y España contra la Revolución bolivariana. ¡Manda huevos!
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