Cristina López Schlichting

Mafias y Dator

La Razón
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A la luz de las artimañas de los abogados de «La Manada» (nada que objetar a la legítima defensa), hay quien ha sido capaz de juzgar el comportamiento de la mujer presuntamente violada, señalando que no debía haber bebido, ni haberse puesto determinada camiseta ni haber vuelto a los bares. Se me escapa la relación entre los terribles hechos y el comportamiento de la chica. Me da igual cómo piense o actúe. No viene al caso. El desprecio sexual es vil. Y la Justicia ha de ser ciega.

Me gustaría también que la energía que empleada en defender a la mujer se emplease siempre. Me refiero al escaso eco que en las columnas ha tenido la noticia de las chicas nigerianas obligadas a prostituirse y abortar cuando se quedaban embarazadas ¿Será porque la clínica involucrada se llama Dator y es un símbolo de los abortistas?

La historia de las jóvenes –una de ellas menor– es de película de terror. Captadas en su país de origen, se las esclavizó con una ceremonia de vudú, convenciéndolas de que, si no se dejaban hacer, su familia sería objeto de brujería. Conducidas a través del desierto hasta Libia, embarcaron como tantos y, rescatadas por una patrulla de salvamento, llegaron a la costa sur de Italia. Las mafias las llevaron a Milán y después en coche a Francia y España. En Madrid fueron «destinadas» al conocido polígono Marconi, un vigoroso centro de puterío, donde fueron explotadas seis meses y la policía las detuvo en una redada. Tirando del hilo, los agentes comprobaron que la mafia llevaba una contabilidad diaria de lo que cada una de las víctimas lograba «saldar» diariamente de la supuesta deuda económica con sus captores, a base de vender su cuerpo, y que las obligaba a abortar en caso de embarazo.

La historia es sucia y triste, y revela la existencia de submundos de esclavitud entre nosotros, pero prueba además qué tipo de negocio se hace en las clínicas abortistas, donde supuestos «médicos» y «enfermeras» hacen un ejercicio diario desprecio a la humanidad. La policía ha podido establecer que dos de las chicas acudieron a Dator con el mismo documento de identidad, con apenas una semana de diferencia ¡Nadie se apercibió! A ambas se les practicó además la operación al día siguiente de pedir cita, sin que mediasen los preceptivos tres días de reflexión. Una de ellas estaba de cuatro meses y medio (18 semanas) y no hubo informe que acreditase daños psicológicos ni malformaciones en el feto. Cada una pagó 450 euros, que fueron abonados por los proxenetas que las acompañaban.

Qué eficaz y discreta colaboración. Algunas clínicas se demuestran de nuevo máquinas de triturar que funcionan rutinariamente, que no hacen acepción de personas ni distinguen casos y que no tienen problema en saltarse la ley. Semejante injusticia es sólo posible en una sociedad donde la vida de las personas no importa. Donde la mujer está siendo rebajada a instrumento de placer, los seres humanos esclavizados y los fetos que llevan en sus vientres, destrozados sin reparo.