Rosetta Forner
Malos instintos
Hay personas cuyos instintos les permiten generar empatía por otro ser humano. Pero, ¿qué pasa por la mente –o el alma– de un criminal? ¿Cómo puede justificarse el maltrato a otro ser humano, una violación, un abuso, una agresión en la que se humilla de mil y una maneras? Para ciertas personas el ponerse en el lugar del otro, ser capaces de manejar sus estados emocionales o mantener sus niveles de frustración bajo control es tarea ajena. ¿Para qué echar mano de la conciencia si se necesita justificar conductas delictivas o criminales? Dependiendo de cómo nos han educado, si nos han inculcado valores tales como el respeto, la dignidad, la compasión, si nos han enseñado que el dolor emocional existe aunque no se vea, y del material del que esté hecha nuestra psique, así será el tipo de persona en el que nos convertiremos. Vivimos en una sociedad donde la mayoría de las películas están llenas de violencia. Por consiguiente, lo anormal se ha normalizado. Al ver tanto y tan repetidamente situaciones «disfuncionales», éstas se han instalado en la conducta humana. Por tanto, la gente exhibe conductas violentas en su vida cotidiana como si tal cosa. Cuando detienen a alguien por haber agredido o matado a su pareja, los vecinos suelen decir: «Era muy amable». La normalización de lo anormal también conlleva el «no ver» o no diferenciar el «bien del mal», por eso «todo el mundo parece bueno», hasta el diablo tiene cara amable. ¿La solución? Empecemos no permitiendo a nadie que nos insulte, ni nos maltrate. A nivel individual exijamos respeto, y démoslo, tolerancia cero a cualquier tipo de violencia, humillación, agresividad, ofensa y maltrato. Debemos normalizar la bondad.
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