Represión en Venezuela
Manuela Rafaela López
¿Se va a morir papá en la cárcel? Es la pregunta que un día le formulaba a Lilian Tintori, esposa del preso político Leopoldo López, su hija mayor Manuela de sólo siete años de edad y ya plenamente consciente como su hermano el pequeño Santiago de que su padre está siendo objeto del castigo de privación de su libertad. La pregunta de Manuela, despojada de la falta de imaginación de los adultos frente al esquema de valores de un niño llegaba probablemente con la misma naturalidad con la que en otra ocasión le dibujaba a su abuelo Leopoldo una gran cara con barba y mano alzada sobre la que sin la «d» había escrito «liberta».
Para la familia López la palabra «libertad» debe estar muy relacionada con otro término, «utopía» y tal vez por ello la lucha que se libra en un país como la Venezuela de Maduro tiene mucho de búsqueda del fin de esa utopía y de salida del atolladero moral. Aquí en España, muchos se preguntan en clave de política doméstica a propósito del inusitado interés suscitado por la situación en este concreto país de América latina. Venezuela se ha colado de rondón en la precampaña electoral con un protagonismo que va a más y aunque las razones tienen mucho que ver con la ahora incómoda relación mantenida en su momento entre Podemos y el régimen bolivariano de Chávez antes y después Maduro, nunca debe perderse de vista la variante del gen cultural encajada como ocurre con el caso de Cuba desde el trauma del 98 que nos une con sudor y sangre a ese continente.
Le pedía Albert Rivera a Pablo Iglesias este domingo en el debate grabado de Évole que utilizara su «mano» con Maduro para ayudar a la liberación de presos políticos como Leopoldo López, algo que vuelve a corroborar que si un flanco tiene débil el líder de Podemos, ese es –con independencia de que el asunto venezolano influya lo justo, por no decir muy poco en las intenciones de voto– el de sus poco justificables relaciones con el chavismo. Tal vez por ello, el «día después» del 26 de junio brinda a nuestros políticos, pasados los viajes a Caracas con gran repercusión mediática, las reuniones del Consejo de Seguridad nacional y otros gestos sin duda relevantes y necesarios, la oportunidad de demostrar que la preocupación por un pueblo sumido en el desorden público y la delincuencia, la ausencia de garantías democráticas y la mayor tasa de inflación del mundo trasciende nuestro devaneo electoral como arma arrojadiza.
Pasado el rubicón electoral del 26 de junio nuestros representantes políticos tendrán una oportunidad única para retratarse en la defensa del pueblo venezolano. Conocida la posición no negada de los «Kichis», Garzón y otros alineados con los reventadores de actos como el de López padre en Salamanca gritándole «golpista», el resto de fuerzas democráticas no deberían cejar un ápice en el empeño de no olvidar y de seguir luchando para que Manuela complete con la letra «d» la palabra «libertad».
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