María José Navarro

María

El lunes se había fijado la fecha para la presentación del libro y, a pesar de que su autora ya estaba ausente, se agotó. «La vida es un regalo», se titula, y su protagonista es María de Villota. Hay una canción preciosa, también muy recomendable, que se llama «Charmed life» de Divine Comedy con la que termina el «Informe Robinson» que los compañeros de ese programa han querido dedicar a la piloto. Si no lo han visto, háganlo. Está en la web de su plataforma, así que no hay ni que delinquir ni nada. Cuando lo vean, seguramente, podrán entender la pasión de esa chica tan corajuda por el motor. Verán también cómo relata su padre los esfuerzos por quitarle aquellas ideas de la cabeza. Llora el gran Emilio y sin embargo, durante todo el reportaje, sólo se ve llorar a María una vez. Sólo una. No para lamentarse de su accidente, no, ni de las secuelas que finalmente se la han llevado, sino porque no puede contener la emoción al recordar cuántas alegrías le han dado los coches. La misma que cuenta en su libro. La FIA, Ecclestone y todos estos tipos que están más pendientes del negocio y de las chatis con paraguas que guardan del sol a las estrellas de este deporte no han permitido que en el gran premio de Japón del domingo se le rindiera un homenaje, así que tuvieron que ser los propios pilotos, y en el garaje de la federación, los que guardaran un minuto de silencio por María. Gracias al empeño de Pedro de la Rosa. No podía ser otro, claro. La «pole» de la vida está claro que al final coloca a cada uno en su sitio.