Julián Cabrera

Matar al padre

Una generación de nuevos actores está irrumpiendo en la política española. Parecen no haber matado nunca una mosca, virtud que pretende sostenerse no sólo en su oferta de líderes políticos más adaptados a los cambios sociales, sino en la obsesión rupturista con una transición a la que parece querer arrinconarse en lo más profundo y olvidado del disco duro.

Esa tendencia a «matar al padre» subyace en un momento en el que celebramos el 36 aniversario de una Constitución que fue precisamente hilo conductor de esa transición política innegablemente salpicada de errores y poco exportable por la peculiaridad de su contexto, pero ejemplar por las heridas que cauterizó. La «Crónica sentimental de la transición» de Vázquez Montalbán editada por Planeta hace tres décadas merece hoy un repaso.

La obsesión en el PSOE por reformar la Carta Magna a cuento de la cantinela federalista renquea por muchos flancos, en especial por el de la credibilidad de un Pedro Sánchez que al mismo tiempo pone en cuestión la reforma constitucional impulsada hace tres años por su propio partido, pero sobre todo alberga una indicativa inclinación hacia el olvido de la monumental obra de otra generación que sí que aportó nombres ejemplares. Especialmente significativo es además el mensaje de otros «emergentes» por su descarada carga de revanchismo facilón: Calificar a la Transición de pacto vergonzante entre franquismo y políticos cobardes dice bastante poco en favor de unos profesores de ciencias políticas ignorantes de que el cambio de arriba se fraguó desde abajo, en despachos de abogados laboralistas asesinados, en las fábricas, en el proceso «1001», en el cine, en la universidad, en las iglesias de barrio y entre los artistas, esos que cantaban entre otras una «Estaca» que ahora «Podemos» pretende vendernos remasterizada. ¡Y unos testículos!