Menos mal

El triunfo de Emmanuel Macron en las elecciones presidenciales francesas ha sido, sin duda, rotundo y contundente. Pero, sin contradecir lo anterior, también, se ciernen riesgos sobre el futuro de la política en Francia y, sobre todo, para el devenir de la Unión Europea. Todo un símbolo que el nuevo presidente entrase en la explanada del Louvre arropado por el himno de Europa, algo, ciertamente, que no había sucedido jamás. Pero todavía no resuenan en las calles de Francia las voces que nos anuncien que, junto a Vive la France, hay que proclamar, también, «Vive l’Europe». Pero Macron ha sabido vincular la República, es decir, el Estado a la Unión Europea y se ha manifestado profundamente europeísta. Es falso escudarse en que cabe otra Europa para intentar destruir el proyecto común. Claro que caben otras «Europas» u otros aspectos en Europa pero, al final, los nacionalistas tienen claro que no quieren Europa y los populistas, como comparsas de los nacionalistas, están por la labor de acabar con la Unión Europea. La derrota, una vez más del nacionalismo, no es todavía una victoria. Hay que persuadir y convencer y, para ello, hay que educar. No es posible que una crisis económica, por profunda que sea, sirva para debilitar un proyecto de Unión de tantos años cuando, precisamente, debería fortalecerlo aún más, porque, en el fondo, la Unión Europea es la única garantía del bienestar. Debemos propagar el discurso europeísta. Hay momentos en los que hay que decidir y quienes han seguido las consignas de Jean-Luc Mélenchon han apostado por la patria, por la nación, por la aldea, por lo local y ha faltado la visión suficiente que asegura que, pese a todo, sólo podemos ocupar un lugar central en las relaciones internacionales en el seno de una Europa unida. Rusia lo sabe, y muy bien. También, lo saben los Estados Unidos y quienes han sido los primeros en seguir el camino de los nacionalistas. Que bien para las grandes potencias una Europa debilitada y, mejor, una no Europa.