César Vidal

Mentalidad y no leyes

Hace unos días tuve el honor y el privilegio, amén del placer, de pronunciar una ponencia en el curso de verano que organiza conjuntamente este periódico con la Universidad católica de Ávila. Señalé yo en mi exposición que para enfrentarse con los problemas que ahora aquejan a España, incluida la erosión sufrida por nuestro sistema político y económico, no era en absoluto necesario entrar en una dinámica revolucionaria ni tampoco proceder a reforma constitucional alguna. Bastaba, a mi modesto entender, con acometer algunas reformas sencillas en áreas concretas como la independencia judicial y la seguridad jurídica, el techo del déficit o la educación. Fue precisamente al abandonar la sala donde había tenido lugar el acto cuando la persona que me había presentado dando muestras de una excesiva generosidad hacia mí, me dijo: «Tiene usted toda la razón en lo que ha dicho, pero eso implica un cambio de mentalidad». Debo decir con nada oculta satisfacción que, efectivamente, había comprendido de la manera más cabal mis posiciones. Es vicio común de los españoles –aunque no sólo de ellos– creer que el aumento o la variación legislativa constituyen una especie de purga de Benito que todo lo cura. Apruébense más normas, díctense más regulaciones, créense más entidades públicas y todo encontrara remedio, creen muchos. Pues bien, esa mentalidad le ha costado a nuestra nación innumerables sufrimientos. Si los españoles dejan de considerar el trabajo como un castigo bíblico y lo ven como un privilegio concedido por Dios al hombre; si contemplan a los que emprenden no como opresores sino como un factor esencial de riqueza y progreso; si comprenden que la educación de calidad es indispensable para el futuro de sus hijos; si no esperan que otras instancias hagan por ellos lo que ellos no llevan a cabo por sí mismos; si logran ver más lo que los une que lo que los separa; si no creen estar dotados de privilegios como si fueran los necios «cristianos viejos» de los entremeses cervantinos con licencia para la cazurrería porque no son judíos ni moros; si piden responsabilidades a quien corresponda con independencia de sus creencias o del colectivo al que pertenezca; si respetan la propiedad ajena como si fuera propia; si rechazan los privilegios personales, colectivos y localistas para construir de verdad una nación de ciudadanos libres e iguales, si todo eso sucede cambiando una mentalidad de siglos, el futuro de España será mejor, mucho mejor que el presente. Si no... las leyes nos servirán de poco.