Julián Redondo

Minutos fatídicos

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Las paradas de Memo Ochoa, prodigio de reflejos que recuerdan al mejor Casillas, no desmoralizaron a Holanda, derrotada por México desde el minuto 48, justo el instante en que la selección de «Piojo» Herrera firmó la capitulación y hasta su sentencia de muerte. Van Gaal obtuvo de sus jugadores un plus de garra, de fe, de arrestos, mientras los cuates del mariscal Márquez contemporizaban. Si cruzaban el centro del campo, frenaban. Querían ganar tiempo y mostraban debilidades que alentaban a los holandeses, quienes, en los últimos seis minutos, arruinaron el corrido mexicano. Cuando Prandelli optó por especular con Italia frente a Uruguay, recurriendo al rancio «catenaccio», que ya no es lo suyo, que lo había desterrado en la Eurocopa de Polonia y Ucrania, su paso atrás lo dio al frente Tabárez y le ganó. Cuestión diferente es la crueldad del momento en que se produce la derrota; cuanto más tarde, más dolorosa, dramática y horrible. El minuto fatídico forma parte del fútbol como esa otra utopía del minuto psicológico, o verdades reglamentarias afirmadas en el penalti, el fuera de juego o el saque de esquina. De esos minutos conserva el Atlético dos que le perseguirán toda su vida: el 120 de 1974, en Bruselas, empate de Schwarzenbeck, y el 93 de 2014, en Lisboa, empate de Sergio Ramos. La Roja no olvidará el 43 de Silva en Salvador de Bahía, quién sabe si el principio del fin de la edad de oro de la Selección española, ni Chile el 120 de Pinilla en Belo Horizonte, cuando el corazón de Brasil entró en parada, hasta que el larguero protector de Julio César intervino como el más eficaz de los desfibriladores. De este Mundial, otro minuto fatídico, o trascendental, el 94 de Samaras, que transformó el penalti que sirvió a Grecia para avanzar a octavos en hombros de Costa de Marfil. El fútbol, casi siempre impredecible, deja de serlo cuando el especulador es víctima de su cobardía o de sus marcados defectos. El equipo de Scolari ronda la tragedia, como el de Sabella, favoritos que dejan de serlo cuando todos sus argumentos son Neymar o Messi.