Alfonso Ussía
Muy españoles
El peor defecto del español no es la envidia. Es su desmedido afán por la exageración. Cuando un español forma parte de un conglomerado humano –o humanoide, como en el caso que nos ocupa–, visceralmente radicalizado, se deja llevar por el desajuste mental y protagoniza solemnes y ridículas majaderías. Tranquilos, que no me propongo escribir de Verstrynge. Bildu ha prohibido en las casetas de las fiestas de Rentería «la homofobia, el racismo y el españolismo». El segundo defecto de los españoles tampoco es la envidia, sino su placer por imponer prohibiciones a troche y moche. Aquí no tiene sentido el «se prohíbe prohibir», sino el «prohíbase con o sin motivo». Y el tercer defecto de los españoles nada tiene que ver con la envidia. No es otro que nuestra incapacidad para intentar conocernos a nosotros mismos. Es decir, la falta de sentido común y de sentido del humor, primos hermanos, para sobrevolarnos y analizarnos detenidamente.
Cuesta creer que los de Bildu, que son unos racistas violentos, prohíban el racismo. Ha transcurrido más de un siglo, pero todas estas tonterías locales que conmueven sobremanera a los separatistas vascos son consecuencia del pensamiento, por escribirlo de una forma amable, del mayor racista que ha nacido en España, Sabino Arana, el que fue a Lourdes en su viaje de novios en pos del milagro que no tuvo lugar. Que se le encabritara el bálano, para así poder perpetuar la pura raza vasca. Yo tuve la suerte, en mi juventud, de enamorarme de la pura raza vasca, y no se parecía en nada a la de Sabino Arana. Mi novia estival se llamaba Pilar Choperena, Aizpúrua, Ubiría, Beristain, Ochoteco, Añorga, Oñaederra y Basurto. Y como era tan maravillosamente guapa, inteligente y simpática –Esperanza Aguirre es testigo–, cuando se casó se fue al Caribe porque su marido no necesitaba milagros de ninguna clase.
Cuando un territorio, como es el vasco, con sus formidables gentes en su mayoría, es fundador de la unidad política de España, prohibir el españolismo es una bobada. Más de quinientos años nos contemplan unidos y reunidos a todos los españoles. Los siete dialectos vascos, hoy ensamblados con la ayuda del español en ese engendro de lengua denominada «batúa», carecían de la expresividad del taco y del venablo. Y los vascoparlantes adoptaron las españolísimas y en ocasiones, cultas palabrotas, para el desahogo verbal. Un pastor, por muy vasco que sea, al que se le cae en la cabeza la rama de un roble mientras duerme la siesta, es siempre español en su reacción. «¡Coño!».
Hay que tomar a broma las prohibiciones de Bildu. Bien está lo de la homofobia, que también es una exageración nada vasca, sino socialdemócrata. Arana, el gran racista, abominaba de los homosexuales y afeminados, y escribió que en España, sólo los toreros se movían con garbo y elegancia, pero con andares femeninos. Es decir, que Bildu le ha prohibido al fantasma de Sabino Arana disfrutar de las fiestas de Rentería, porque era un homófobo del carajo de la vela. Y lo del españolismo, sinceramente, no se puede entender ni cumplir. Porque el españolismo más exagerado y atroz es el que aplican los de Bildu prohibiendo el españolismo. Otra cosa es que el antiespañolismo impere por la moda en las actitudes de los proetarras. Pero ahí también son muy nuestros. Porque el cuarto defecto de los españoles no es la envidia. Es que somos –unos más que otros–, muy burros, y muy sanguinarios.
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