Presidencia del Gobierno
Nadie es imprescindible
Desde el estallido de la crisis se ha desbordado un aluvión de críticas contra el bipartidismo, responsabilizándole de la mayoría de males de la sociedad. Sin embargo, sólo han hecho falta un par de convocatorias electorales para verificar que detrás de los eslóganes la fragmentación del voto en varios partidos ha traído incertidumbre y dificultades para la gobernabilidad.
La situación política actual no es fácil para nadie. La investidura del Sr. Sánchez ha sido un efecto colateral del objetivo principal de la mayoría de partidos que no querían verse contaminados por el PP y la sentencia del «caso Gürtel».
Por tanto, la llegada del PSOE al gobierno no se basa en un proyecto de gobierno compartido o, al menos apoyado, por las fuerzas parlamentarias que han suscrito la moción de censura, muy al contrario, tenía un punto único que ya se ha cumplido con la salida del PP de La Moncloa.
De la inteligencia de los dos partidos clásicos depende que los beneficiarios sean los populismos de uno y otro signo o vuelva la estabilidad al sistema. Ciudadanos ha empeorado sus expectativas sustancialmente porque muchos votantes populares que declaraban su apoyo a los naranjas están expectantes a los cambios que deberían renovar profundamente al PP y que les podría empujar a volver a darle su voto.
Por otra parte, el Sr. Rivera se ha visto desbordado por la sentencia de la Audiencia Nacional. Se ha mostrado ineficaz y perdido, a pesar de que una estrategia más madura del Partido Socialista les hubiese puesto contra las cuerdas y les hubiese obligado a apoyar la moción junto a Podemos, sin independentistas ni nacionalistas.
Con el Sr. Rivera desinflado, el PP tiene la oportunidad de repensarse a sí mismo partiendo de aquellos que salieron ilesos del incendio. Ya veremos si les da tiempo y si los que deberían estar de salida lo permiten.
Podemos va estar cómodo contra el PSOE, es su hábitat natural e intentará convertirse en la referencia de la izquierda política. Los independentistas, por su lado, esperan agazapados, tomando oxígeno pero sin retroceder un ápice.
El PSOE no lo tiene fácil, lo bueno es que depende de sí mismo. Su estrategia, con 84 diputados, no debería ser intentar arreglar los graves problemas que tiene el país. Afrontar la cuestión territorial o los problemas económicos estructurales sería un error tremendo dada la composición del Parlamento y le traería consecuencias negativas a sus presidentes autonómicos y alcaldes.
Si mantiene la cabeza fría y enfoca la legislatura como breve e instrumental, podría ser muy rentable para el Partido Socialista. Gestos como retirar la condecoración de Billy el Niño no requieren del apoyo del Congreso y para otras medidas, que sí lo requieren, como la modificación de la «ley mordaza», no tendría grandes dificultades en sacar los apoyos necesarios. Podría situarse en situación de ventaja para unas elecciones próximas.
El PP ha caído por un cólico de éxito. La mayoría absoluta de otros tiempos taponó y escondió la herida de la corrupción que deberían haber sanado al aire libre. Ahora, tienen la oportunidad, si no se equivocan, de recuperarse a partir de nuevos equipos.
El único poder que ha ganado de verdad el Sr. Sánchez, son los minutos diarios de los informativos de televisión, no es poco, bien usados, pueden ser muy rentables y, si no, que se lo digan al Sr. Iglesias.
Los dos partidos clásicos deben aprender la lección. La sociedad es más exigente y no sólo hay que compatibilizar el Estado Social con las libertades individuales y los nuevos derechos colectivos, deben tomar su dosis de humildad. Nadie es imprescindible.
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