Manuel Coma

Negociando bombas con Irán

¿Llegará palestinos e Israelíes a un acuerdo? No

¿Entregará el sirio sus armas químicas? No

¿Abandonará Irán su programa nuclear? No

¿Seguro? No, pero casi.

Predecir, como decía Niels Bohr, es difícil y más el futuro. Lo que sucede durante mucho tiempo es muy probable que siga sucediendo mientras las circunstancias no cambien de modo sustancial. Eso será lo que proporcione éxito a las negociaciones y no al revés. El régimen revolucionario islámico atribuye una enorme importancia a su programa nuclear -indudablemente militar, por muchas mentiras que digan en sentido contrario-, que constituye su absoluta prioridad y, lo mismo que para El-Ássad sus armas químicas, consideran que, entre otras cosas positivas para ellos, la supervivencia del régimen depende de su logro. Si llegan a convencerse de que la prosecución de la carrera nuclear representa, por las represalias exteriores, una amenaza mayor que restringirla o frenarla, ralentizarán el programa, lo retrasarán, se dejarán inspeccionar más a fondo, lo pararán durante un cierto tiempo, harán, en definitiva, concesiones a quienes les exigen que abandonen la idea. Mientras tanto, no.

La nueva ronda de negociaciones que se ha iniciado en Ginebra el martes 15 y miércoles 16, ha terminado esta primera y corta fase, quizás mera toma de contacto, de manera satisfactoria, según las primeras declaraciones. Continuará el 7 y 8 de noviembre. Habría que saber más para poder juzgar si se trata de buenas noticias o sólo un poco de bromuro para la opinión internacional. Lo que no es buena noticia es que el Washington de Obama está ya considerando dulcificar las sanciones que han llevado a Irán a la mesa de negociación. Empieza a entregar el premio antes de que le hayan comprado una sola rifa. Hay que suponer que el motivo sea el movimiento de los duros del régimen contra la simple idea de hacer la menor concesión. La trifulca interna ha saltado a las calles de Irán, donde se promueve el cansino slogan de "muerte a América", tema básico, igualmente considerado vital, de la revolución. Esa gente constituye un problema para Ruhaní, pero tratar de aliviárselo le facilita la tarea y le rebaja el precio que tiene que pagar para conseguir su objetivo declarado desde el momento en que llegó al poder a comienzos de agosto.

Un elemento esencial de la estrategia de los occidentales en Ginebra gira en torno a la valoración de la sinceridad y propósitos del nuevo presidente. Que es leal al régimen y trata de servirlo con la mayor fidelidad posible está fuera de toda duda. En qué medida vende su estilo mucho más suave y educado que los desplantes y provocaciones de su predecesor el agresivo Ahmadineyad, a cambio de preservar todo lo que sea posible la substancia de los objetivos tradicionales de Teherán o bien pretende cambiarlos en alguna medido e introducir evoluciones adaptativas en el régimen, es una parte importante del juego diplomático, sin olvidar nunca que a quien tiene que satisfacer es al líder supremo Jameneí, no a sus opositores internos.