Sin Perdón

Trump y el invento del gobierno de los oligarcas

«Los miembros que ha nombrado para su Administración han estudiado en grandes universidades y han tenido trayectorias profesionales brillantes, algo que no sucede con nuestros gobernantes»

Tras el desastre de la administración Biden y el fracaso de Kamala Harris en las elecciones, regresa Trump a La Casa Blanca rodeado, como era previsible, de la animadversión de la izquierda política y mediática europea. Por supuesto, hay que incluir en la lista a algunos sectores de la derecha acomplejada que se ponen a temblar porque puedan ser acusados de ultraderechistas. Este complejo siempre me ha llamado la atención. En cambio, no sucede lo mismo cuando se manifiesta simpatía por la lamentable y sectaria izquierda populista iberoamericana. Es más aceptable ser comunista que decir algo positivo de Trump, Milei o Meloni, que son algunas de las bestias negras de los pijoprogres europeos. Es divertido constatar como esos listillos, que consideran que no hay que apoyar al centro derecha, luego sufren las consecuencias de las políticas que aplica la izquierda radical populista. Los países de Iberoamérica son un buen ejemplo, ya que muestran las consecuencias de los modelos peronistas, castristas, kirchneristas o sandinistas. Con la victoria de Trump han descubierto la palabra oligarquía para descalificar a la nueva administración. Estamos ante un gobierno de oligarcas. Ahora resulta que el Partido Demócrata, que está lleno de millonarios, es una agrupación de hermanitas de la caridad. Biden ha demostrado que es un corrupto con la amnistía a su hijo. Es algo que dijo que no haría, pero el amor de padre y el apoyo que le ha prestado amparando sus corruptelas, ha hecho que montara un espectáculo de indultos que no tiene parangón en presidentes anteriores. La izquierda europea empatiza con los demócratas, aunque no es una formación de izquierdas tal como la entendemos aquí. Milei ha demostrado que es un gran presidente que está limpiando la basura dejada por los Kirchner. Una administración corrupta, ineficaz y gigantesca. Es lo que hacen los gobiernos de izquierda en Iberoamérica. No olvidemos que no son gente bien formada. No creen en el mérito y la capacidad. Cuando consiguen el gobierno muestran un total desprecio por la separación de poderes. No es casualidad que hayan exportado el concepto del lawfare, que es una auténtica chorrada, cuando en sus países se dedican al asalto de la Justicia. Los corruptos no pueden dar lecciones a nadie. El referirse a la nueva administración estadounidense como un gobierno de oligarcas muestra la estulticia de la izquierda política y mediática europea. Es un desconocimiento absoluto de la realidad estadounidense y del sistema de equilibrios que caracteriza una democracia a la que no podemos darle lecciones desde la decadente Europa. Es ridículo teniendo en cuenta la oligarquía que gobierna la comisión europea presidida por una gran oligarca política como Ursula von der Leyen. No hay más que ver el chiringuito que han montado los euroburócratas y de los chollos que disfrutan. El propio sistema de acceso a esa burocracia funcionarial está basado en el caciquismo, el amiguismo y las redes clientelares que han forjado desde hace décadas. No es el modelo de oposiciones competitivas, basadas en el mérito y la capacidad, como las que existen en la Administración del Estado y que se las quiere cargar la izquierda porque no consiguen superarla. Estoy seguro de que ese concepto del gobierno de oligarcas tendrá éxito. Y además es útil para conectarlo con la idea de los corruptos oligarcas rusos próximos a Putin, que es un excomunista que no gusta a nuestros socialistas y comunistas europeos. A mí nunca me ha gustado, aunque dije y escribí desde el primer momento que, desgraciadamente, la guerra de Ucrania estaba perdida. Biden ha sido un presidente débil, mediocre y una marioneta al servicio de la poderosa oligarquía demócrata, ya que les gusta esta palabra la voy a utilizar. Su política internacional ha sido desastrosa como se vio con la patética retirada en Afganistán. En Ucrania se ha limitado a gestionar el desastre a distancia, beneficiar al complejo militar y hacer que la mayor parte de la factura sea pagada por los europeos con el aplauso de la oligarquía funcionarial de Bruselas. Su fracaso en la política interna le ha convertido en un presidente de un único mandato o, si se prefiere, utilizando el método historiográfico para establecer los períodos de la Prehistoria, entre Trump I y Trump II. Ahora se podrá dedicar a su biblioteca presidencial, seguir siendo la marioneta de su mujer y rezar para que su hijo Hunter no se meta en más líos. Trump II creo que dará sorpresas y siento disgustar a la fatua y pretenciosa izquierda europea, especialmente a la española, y los dirigentes de la derecha con complejos que necesitan que los periodistas de izquierdas les digan que no parece que sean de derechas. En primer lugar va a mostrar un liderazgo fuerte, que es fundamental para liderar la primera potencia del mundo. Para elegir líderes inútiles como Scholz, Macron o Von der Leyen ya estamos los europeos. Entre la incapacidad de estos y sus colegas, más sus antecesores, unido al inútil de Biden han conseguido recuperar la Guerra Fría en su versión siglo XXI. No había más que darle la oportunidad a sujetos como Putin o Xi Jinping para que se sumaran o iniciaran gozosos un nuevo conflicto. Con Trump no tendremos un gobierno de oligarcas, como si viviéramos en la Grecia Clásica y algunos ignorantes o pretenciosos se sintieran la conjunción de Aristóteles, Platón y Sócrates. Estos días leo cosas realmente excéntricas que son fruto del sectarismo y, en algunos casos, de una ignorancia motivada por ese fanatismo anti Trump. Los miembros que ha nombrado para su Administración han estudiado en grandes universidades y han tenido trayectorias profesionales brillantes, algo que no sucede con nuestros gobernantes. No es una opinión, sino una realidad objetiva.

Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)