Unión bancaria
Ni unión ni europea
Uno de los principios básicos de la UE es el de la «cooperación leal». Lo normal en una federación. ¿Si no para qué se unen varios estados, para ir cada uno a lo suyo? Otro epígrafe fundacional de la mejor idea que ha alumbrado el viejo continente nunca jamás es el principio de solidaridad: es decir que, como se supone que son legislaciones cuasiidénticas, todos ayudan a todos. Monnet y Schuman sacaron de la chistera el concepto de Comunidad Económica Europea sobre la incuestionable base de que la unión hace la fuerza. Una Europa troceada tenía entre cero y ninguna posibilidades de competir con el bendito monstruo estadounidense. Cuando en Maastricht se amplió el concepto a lo político, los Köhl, Mitterrand, González y cía tenían meridianamente claro que el proceso debía concluir a largo plazo en los Estados Unidos de Europa. La tan soterrada como educada crisis que enfrenta al Reino de España con el de Bélgica a cuenta del paleto golpista Puigdemont demuestra que la UE está mal parida. Un estado miembro, que para más inri es sede del Parlamento y la Comisión Europea, no puede tratar como si fuera un sirio que huye del Estado Islámico a un delincuente fugado que ha protagonizado el tejerazo del siglo XXI. La cosa tiene tantos más bemoles si reparamos en el nada insignificante detalle de que parte del Gobierno belga conoce perfectamente nuestro país porque, para empezar, veranea en nuestras costas. ¿Qué ocurriría si un fascistoide dirigente flamenco que ha intentado violentamente independizarse se larga a España? ¿Cómo reaccionaría nuestro Gobierno? Pues exactamente al revés de cómo ha actuado una nación más conocida por su sinfín de casos de pederastia que por su calidad democrática. Rajoy debe dar un puñetazo encima de la mesa de una vez. Por evidentes motivos egoístas pero también porque repugnantes decisiones como la belga disparan el euroescepticismo en una coyuntura en la que hay que cerrar filas tras el Brexit. Las facilidades que ha puesto Francia, «lo detendremos y os lo entregaremos de inmediato si pisa suelo galo», y las que puede poner hoy Dinamarca contrastan con la imbecilidad belga, que da argumentos a los golpistas equiparando a la España de Felipe VI con la de un dictador que la espichó hace 42 años. Ya sabe lo que ha de hacer Mariano si Bruselas reclama alguno del sinfín de delincuentes belgas que se esconden por estos lares. Pegarles un tabarnés corte de mangas, modelo Boadella, para que espabilen. Diente por diente.
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