Sabino Méndez

No es Companys

La Razón
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Nunca había resultado tan ajustada una frase, ni se había tenido que repetir tantas veces, como aquella clásica del Doctor Johnson aplicada al renqueante proceso soberanista. Ya la conocen: es la frase que habla sobre el patriotismo como último refugio de los farsantes. Precisamente de eso, de ingredientes de farsa, anduvo sobrado el circo mediático que organizó ayer la propaganda del Gobierno autonómico cuando su presidente en funciones tuvo que dar cuenta ante el juez de algunas de sus controvertidas conductas. Se hizo venir a algunos alcaldes afines para que le apoyaran a la puerta del Palacio de Justicia; ahora bien, no se a quién se le ocurriría la idea, pero se les hizo traer en su equipaje la vara de mando municipal y ahí la farsa devino en sainete. TV3 enfocó en contrapicado a Mas, cuando salía de declarar y se paraba con la mano en el corazón, mientras cinco o seis de esas varas se agitaban ante él en un plano muy cerrado para que parecieran una multitud. El resultado fue bastante cutre, con un aire rural y siniestro de años treinta, impropio de la era digital y del espacio Schengen. Era demasiado evidente que Mas intentaba aprovechar la coincidencia de fechas con la muerte de Companys para postularse como mártir. En días como éstos, lo más provechoso y formativo es releer una vez más «Apuntes de una noche inolvidable. Para los catalanes de mañana», de Agustí Calvet, director de «La Vanguardia» en 1934. Está publicado en la editorial Destino y es la crónica presencial, minuto a minuto, de la cósmica metedura de pata de Companys en la sociedad catalana del sábado 6 de octubre de ese año. El papel que desempeñó la radio de la Generalitat fue tan triunfalista, fracasado y grotesco como el de TV3 actualmente. Pero es que hoy Mas ni siquiera puede hacer oposiciones a posible víctima. Es sólo un perdedor cercado, en un mundo de atrapasillas que creó él mismo. Ha perdido el partido, ha perdido sus escaños y ha perdido el plebiscito por cincuenta mil votos. Pierde y divide todo lo que toca. Realmente, es el beso de la muerte.

Nadie quiere que Mas vaya a la cárcel, conque se vaya a su casa y deje de aferrarse desesperadamente a la poltrona nos conformamos. Que deje paso a alguien menos cuentista. Si ha infringido alguna ley, con una buena multa y una inhabilitación la sociedad vuelve a estar protegida. Dos millones de catalanes votamos para eso. La Cataluña que dejará estará asolada por los déficits: déficit económico por la mala gestión, déficit democrático por la ocupación partidista de los medios públicos de comunicación, déficit institucional por intentar hacer política con manifestaciones de talibanes en los juzgados, en lugar de hacerla a través de las instituciones como es propio del moderno Estado de Derecho. Ni el torpe Companys (ascendido al cielo de los mártires por la estupidez de sus verdugos y los caprichos de la propaganda política) dejó tantos déficits.