Irene Villa

No estáis solas

La Razón
La RazónLa Razón

Tenían todas las esperanzas puestas en que por fin encontrarían una forma de compensar toda una vida de retos, sinsabores, preocupaciones y dolor emocional, especialmente de sus madres –que no sabían qué podían haber hecho mal durante la gestación o se preguntaron durante el resto de su existencia ¿por qué a mí?–, toda una trayectoria llena de batallas, unas ganadas, con coraje, esfuerzo, constancia y mucha fe en uno mismo que impidiese que las críticas pudieran desestabilizarles. Tuvieron que mostrar valentía especialmente en su infancia, la etapa más dura para ellos, porque los niños dicen las cosas con una franqueza, más bien crudeza, que puede herir a quien es diferente.

Las víctimas de la talidomida son ante todo personas fuertes, porque no les ha quedado otra opción que asumir una realidad que no es fácil de asumir. Y menos cuando tienes la certeza de que se podía haber evitado. También les ha tocado perder, además de la vergüenza a ser el foco de miradas, cuchicheos y dedos que señalan, alguna que otra batalla en alguna ortopedia, por ejemplo, en la que no existían los avances y la tecnología de la que hoy podrían beneficiarse, sino que las rozaduras, los correajes, las bisagras y principalmente el que sus trabajadores no supieron entender que una prótesis, además de ser funcional, ha de ser cómoda, les ha supuesto años y años de una muy deficiente calidad de vida. Y ahora, justo cuando parece que va a llegar esa merecida recompensa en forma de ayuda económica, que si bien no les devolverá el tiempo perdido, sí puede darles algo vital: la posibilidad de creer en un mundo justo, algo que absolutamente todos necesitamos en pro de una convivencia sana y pacífica, resulta que ven de nuevo que lo razonable les da la espalda. La justicia es vital y la farmacéutica Grünenthal tiene que indemnizar a los afectados españoles, como ha ocurrido en todo el mundo. Aquí nos ocuparemos de ello, no os damos la espalda. Recordad, víctimas de la talidomida, que no estáis solas.