Alfonso Ussía
Noche de tontos
El tránsito de año se certifica durante la noche del 31 de diciembre. Campanadas de las 12, uvas, y el año nuevo. Previamente una cena con cucuruchos, matasuegras y serpentinas. Nacido el año, cohetes y fuegos artificiales. Millones de españoles pegados a las pantallas del aparato de televisión para reír a carcajadas un humor vulgar. Las cadenas compiten para triunfar en la noche de los tontos. La única ventaja que presenta la Nochevieja es el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena del día primero de año, que en esta edición, dirigida por Barenboim, ha sido fabuloso. Esto del Concierto en la Musikverein vienesa ha sido copiado en todas partes. Se celebran muchos conciertos de primero de año en el mundo, pero sólo hay uno, el tradicional, el incomparable, una racha de tres horas de buen gusto y armonía. Y esa realización perfecta, artística, que aun callada, es también obra de arte de la Televisión austríaca. Me lo decía, decenios atrás, un amigo sordo como una tapia. «Veo el Concierto de Viena aunque no pueda oírlo. Todo es agradable. Los profesores de la orquesta bien vestidos y con expresiones de fiesta, el brillo de los dorados y las maderas de los instrumentos, el público entendido y sonriente, el ballet, la imágenes. Y cuando termina con esa «Marcha de Radetzky» que no he podido oír jamás, me la figuro y toco las palmas con entusiasmo. Es tan prodigioso el Concierto de la Filarmónica de Viena que llena de paz y alegría a los sordos. Con el Concierto de Primero de Año pasa en España lo mismo que con el discurso del Rey en Nochebuena. Vivimos en una nación con un Rey y diecisiete reyezuelos, y todos copian al original, alcaldes incluidos. Ridículas imitaciones. Nada que oponer a que los alcaldes deseen comunicarse con sus vecinos, pero en otras fechas. La Alcaldesa de Madrid podría hacerlo el día de San Isidro, o de la Virgen de la Paloma o en el de la Almudena. El de Sevilla, a falta de don Francisco Romero en el paseíllo, el Domingo de Resurrección. Cada alcalde dispone de diferentes fechas para no quedar como un copión. El de Mondragón cuenta a su disposición con el día del patrono de Mondragón, que en estos momentos no me acuerdo de quién se trata, o el de la onomástica de Bolinaga. El peor discurso del Rey es más interesante que el mejor de los reyezuelos y corregidores. Pero me escapo de la noche de los tontos.
En la noche de los tontos se bebe mucho. Nada tengo contra la bebida. Soy muy aficionado a alegrar mis dudas y desánimos con una ginebra en el aperitivo matutino y un whisky –o dos– cuando el atardecielo. Nunca he perdido el sentido ni las formas. Fui testigo parroquial de un amigo que se casaba y tenía que firmar ante el párroco los papeles prematrimoniales. Me invento la identidad. - ¿Nombre y apellidos? -Dalmacio Valle del Tiétar y Mendiguren-. -¿Estado Civil?- -De absoluta embriaguez-. Aquel gran borrachuzo, inteligentísimo, se metía en el sobre el 31 de diciembre a las 9 de la noche para no competir con los efímeros y malos bebedores de la noche de los tontos. Noche larguísima en la que millones de personas se tambalean por las calles o se anclan ante sus televisores para saltar de una cadena a otra con el fin de encontrar la que ofrece el programa más ordinario. Noche de riñas familiares y altercados entre cuñados. Con lo bien que se llevan los cuñados el resto de las noches, porque España es una nación de cuñados solidarios, como se dice ahora. Así que hablaba Maura en el Congreso, y un diputado le preguntó a su vecino. -¿Quién es ése?- -Es Maura, el cuñado de Gamazo-; -pues muy pronto va a ser Gamazo el cuñado de Maura-. En la noche de los tontos también los cuñados discuten, porque es una noche sin clase, una ordinariez de noche.
No celebro la Nochevieja. Tampoco el Día de la Madre. Nos lo dijo nuestra madre a sus diez hijos reunidos: «Soy y seré siempre vuestra madre menos el Día de la Madre». Cumplimos con su petición. El Día de la Madre nos dirigíamos sus hijos a ella como «tía Asunción», y gracias a esa tontería nos distinguíamos de todos los que celebran una realidad maravillosa que no necesita día. La realidad de una madre. Elena Valenciano y Beatriz Talegón son muy capaces de establecer en el futuro –si lo tienen– el Día de la Interrupción del Embarazo. Lo difícil es dar con un buen regalo para ese día, porque las trituradoras no están al alcance de todos los bolsillos, y menos en los tiempos que corren.
Y ésta es la buena noticia. Un año más tiene que rodar el mundo para que se celebre de nuevo la Noche de los Tontos. Sean felices.
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