Cristina López Schlichting

Nuestro Rey

Me decepcionan algunas reacciones frente a la entrevista al Rey. No las de Twitter, donde la gente habla con razón de Urdangarín o Botswuana, sino la de ciertos «líderes de opinión». Que fuese aburrida o no, corta o no, exhaustiva o no, no me parece crucial. Una entrevista a un monarca es un acto institucional, no un «show». Naturalmente, se puede comentar que las sillas fuesen «cutres», o fue el Rey estuviese hinchado, o si Hermida le hizo las preguntas adecuadas. Pero es increíble que no se capte siquiera la importancia histórica del gesto. Y eso me lleva a reflexionar sobre la dificultad de los españoles para valorar la propia identidad. Francia no tiene problema en ensalzar al maligno Robespierre y Estados Unidos pasa por el exterminio de los indios como si no hubiese tenido lugar. En Inglaterra, el heredero le dice a su amante que quiere ser su «tampax» y la monarquía no se tambalea. Nuestro Rey tiene defectos, pero está a la altura de los monarcas británicos, presidentes americanos o cancilleres alemanes. Ha unido a los españoles –tarea casi imposible– y nos ha proporcionado un rostro unívoco en el mundo. Hay rasgos nacionales, como la envidia, que difícilmente podremos superar si no es con el ejercicio de la virtud personal, pero hay otros que se pueden remediar con una política inteligente. Estoy con el director de LA RAZÓN en que hay que proporcionar a los niños españoles en las escuelas razones para valorar la figura del Monarca. Es difícil que haya futuro para la Monarquía sin este esfuerzo. Habrá quien diga que da igual, que la República funcionaría lo mismo, pero ¿por qué tenemos esta tendencia a despreciar lo que se ha demostrado útil? Propongo una reflexión sobre el fortalecimiento institucional de España. Nunca he sido muy partidaria de las televisiones públicas, que siempre son partidistas. Pero así como las autonómicas deberían desaparecer todas, para ahorrar y para no aventar rupturismos, se podría utilizar la nacional no para competir en audiencias, sino para enseñar sobre nuestra cultura, explicar el talento de los españoles relevantes o potenciar la valoración de nuestra Historia. De verdad que me encantaría que los españoles estuviésemos orgullosos de serlo, no por mera pasión, sino con raciocinio, y que valorásemos lo importante que es tener un Rey que nos recuerda que la generación de nuestros padres se mató a trabajar, que la democracia y la libertad no estaban desde siempre o que ETA ha sido un cáncer insufrible. En Don Juan Carlos habla la Historia y algunos periodistas ni se enteran.